martes, 30 de septiembre de 2008
POR LOS NIÑOS OPRIMIDOS...NO MAS LAGRIMAS
Derecho a la educación
Derecho a una familia
Derecho a la atención de salud preferente
Derecho a no ser obligados a trabajar
Derecho a ser escuchado
Derecho a tener un nombre
Derecho a una alimentación cada día
Derecho de asociación y derecho a integrarse, a formar parte activa de la sociedad en la que viven
Derecho a no ser discriminado
Derecho a no ser maltratado
lunes, 29 de septiembre de 2008
EL TURBANTE Y SU IMPORTANCIA
Turbante
El turbante (del persa دلبنت dulband, en turco tülbent) es una cofia de origen asiático, consta de una larga chalina enrollada alrededor de la cabeza o en el interior de un sombrero. Los turbantes pueden ser de muchas formas, tamaños y colores, aunque su longitud rara vez excede los 5 metros.
Los primeros persas usaban un bonete cónico rodeado de tirillas de tela, los cuales se han considerado uno de los precedentes del turbante moderno. El turbante no se ha vuelto de uso común entre los turcos, pero si lo fue entre los sultanes otomanos.
Contenido1 En el Sikhismo
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En el Sikhismo
El turbante es inherentemente asociado con el Sikhismo, principalmente con el ritual del bautismo. Aunque no se exige tener cabellera larga para bautizar a alguien (aquellos que se unen al Khalsa), acostumbran dejarse el cabello largo y subsecuentemente usan turbante para controlarlo. La mayoría de personas que usan turbantes en los países occidentales son sikhs. Los vocablos pagṛī (ਪਗੜੀ) o dastār (del panyabí ਦਸਤਾਰ), son expresiones más respetuosas para 'turbante'.
En la India
Los rajputas del estado hindú de Rajastán usan turbantes distintos, en hindi se les llama pagṛī (पगड़ी) o sāfā (साफ़ा). Existen muchas variantes y significados de esta prenda en Rajastán, en cuanto a tamaño, puede señalar la posición social de una persona. En diferentes partes de la India, están claramente diferenciados los estilos de turbante, como los que usan los campesinos, quienes sólo usan una toalla alrededor de la cabeza.
La gente de Mysore y Kodagu, usan turbantes llamados Mysore peta. Las personas beneméritas son honradas con un Mysore peta como premio en una ceremonia formal. En el distrito de Kodagu, los individuos lo usan en complemento de un atuendo tradicional en ocasiones especiales como en las bodas.
Cultura islámica
En la cultura islámica, el turbante (árabe: عمامة imamah, persa: دستار dastār, Indostánico: साफ़ा سافا sāfā), es un importante elemento espiritual de la fe. Los antiguos árabes los usaban y se enorgullecían de ellos; el carecer de uno era humillante y el llamar a la puerta de un hombre sin turbante era considerado un insulto.[cita requerida] En la vida diaria, el turbante fue muy útil para protegerse de la arena del desierto, así como también para aminorar los efectos de las altas temperaturas y la intensidad de la luz solar. En los actuales países del Golfo Pérsico, esta prenda ha sido reemplazada por la chalina blanca o roja (llamada keffiyeh, ghutrah o shumagh), aunque la tradición del turbante es aún fuerte en Omán (para ejemplo, el Sultán Qaboos ibn Sa'id Al 'Bu Sa'id). En Sudán, se acostumbra un turbante grande y blanco el cual puede indicar alguna posición social determinada. Los líderes islámicos pueden ser vistos usando turbantes, en particular los eruditos del Chiismo quienes se han vuelto famosos por ellos (por ejemplo el ayatolá Jomeini, Ali Khamenei, el cabecilla del Hezbolá Hasan Nasrallah y recién llegados a la escena mundial, como el Gran Ayatolá Ali al-Sistani). Estas cofias son usadas también por los estudiosos árabes y persas; donde el color negro es representativo de un sayyid, un descendiente del profeta Mahoma. Los judíos de los países árabes, a menudo usan turbantes también, debido a la asimilación cultural. En las naciones del Subcontinente Indio, algunos musulmanes utilizan el turbante. En efecto, en Afganistán alguna vez los estudiantes fueron forzados a llevar puesto el turbante bajo la autoridad Talibán.
Estigma en contra de los turbantes
El uso de turbantes ha desencadenado algunos hostigamientos o crímenes de odio en los EE. UU. como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y de la ignorancia de los norteamericanos, toda vez que algunas personas asumieron que la gente que usaba turbantes eran musulmanes (relacionando la religión con el terrorismo)[cita requerida]. De hecho, los Sikhs (quienes no son musulmanes ni árabes) se han constituido como la mayoría de personas que visten turbantes en el mundo occidental.
jueves, 25 de septiembre de 2008
LA HOSPITALARIA PATRIA SIKH
RELATO DE UNA VIAJERA OCCIDENTAL...
En esta ciudad de un millón de habitantes es posible inhalar los aires de una patria aparte, y ligada de raíz a la historia política, a la belleza y a la filosofía de un país mítico entre los trotamundos. Quizá por su pasado inestable, esta coordenada no ha sido —aún— popularizada por el turismo occidental. Las cosas podrían cambiar: el Templo Dorado fue nominado para convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Hasta los sikh tiemblan. Camino al néctar Después de 15 chais —té con clavo, canela, cardamomo, pimienta, leche y azúcar—, cena vegetariana y sueño mecido por el suave andar del vagón, llegué a Amritsar junto con el sol. Turbantes deambulaban sobre las cabezas de hombres barbudos y longilíneos. Estaba fresco y noté mayor presencia de soldados, algunos con armas y otros, me pareció, con dagas. A 29 kilómetros de la frontera con Pakistán, hacía cuatro días había estallado una bomba. Apenas astilló vidrios: poca cosa en la historia de Amritsar, que a pesar de su nombre poético (significa “néctar de la inmortalidad”) se escribió con litros de sangre. Hoy la capital del estado del Punjab es bastante apacible, pero en su pasado abundan las matanzas que cambiaron la historia nacional. Una de ellas fue la represión británica de una marcha convocada por Gandhi en 1919. Dejó 379 muertos, 1?200 heridos e inspiró al Mahatma a lanzar su campaña de no violencia y no colaboración con las autoridades inglesas.
En 1947, cuando el país se independizó, el norte se dividió. Los musulmanes formaron Pakistán. Hindúes y sikh quedaron del lado indio, tras masacres varias. Hoy la región es el granero nacional, con sus campos de trigo, algodón y arroz, la producción de un tercio de los lácteos del país, desarrollo industrial y logros que, dicen, tienen que ver con los sikh: una minoría religiosa y orgullosa de su centro de peregrinaje. Llegar a un sitio desconocido y exótico es maravilloso y perturbador. En la estación de tren empieza el acoso por portación de cara —el que no es indio es gringo— y el “cheap, very cheap taxi, hotel”. Abordar esos taxis siempre me ha resultado mal negocio: el chofer dice que el hotel al que voy cerró, no existe, es una mugre, es peligroso. Y termina llevándome a otro sitio, del que me mudo al día siguiente. Pero hoy estreno táctica: le pido a un rickshaw que me lleve al Templo Dorado y al subir pongo voz de actriz de cine extraviada, le advierto que estoy loca, y que ni se les ocurra llevarme a otro sitio porque me daría un ataque de nervios. Funciona: el chofer me mira y se ríe, el acompañante (al que casi siempre presentan como “mi tío, no problem” pero es el amigo que cobra la comisión) se baja y se va. El aroma del pan cocido en tandoori (horno de barro) llena la mañana. En diez minutos estoy en la ciudad antigua, una telaraña de callecitas y bazares serpenteando la zona amurallada.
Los vehículos sólo llegan hasta la avenida circular que la rodea con oficinas de informes, mercados, agencias de viaje. En el interior de ese complejo están los monasterios, hoteles para peregrinos y el famoso Templo Dorado, el equivalente de la Meca musulmana o el Vaticano católico para los sikh. Esta religión no adora a un dios de nombre famoso sino encarnado en un concepto: la verdad. Bienvenidos todos Para entrar al predio hay que cubrirse la cabeza. Las occidentales improvisamos turbantes. A los varones les prestan o venden pañuelos naranjas (10 rupias, 25 centavos de dólar). Cuando se lo anudan en la nuca, parecen piratas al lado de los impecables y devotos sikh. Mírenlos pasear o custodiar la entrada del complejo, como personajes de un parque temático espiritual. Túnica hasta los pies y turbante azafrán, fucsia, azul marino: siete metros y medio de tela plegada en la cabeza. Algunos llevan dagas o espadas, símbolos del compromiso de defender al más débil. Lucen como guerreros feroces de sonrisa serena y jamás se cortan la barba ni el pelo. “Sikhlandia” es otra patria de India.
En el suelo, ni un papelito. En el aire límpido, silencio, murmullo de pasos y brisa que trae cánticos lejanos. Bendición: no se permite el ingreso de autos ni motos (si el infierno existe, debe estar lleno de claxons). Las edificaciones son bajas, blancas, lisas y eficaces como la leche, con rejas arabescas, cúpulas y roscas de merengue. Soy una niña en una maqueta de otra época. Hace más de 500 años, mientras Colón descubría América, el poeta y filósofo Nanak, nacido en un pueblito de lo que hoy es Pakistán, fundaba la religión más joven de la India. “Dios no es hindú ni mahometano”, decía Gurú Nanak, mientras juntaba elementos de las dos corrientes y recorría Asia atrayendo sikh, que en sánscrito significa “discípulos”. Cuando le preguntaban el nombre de Dios, Nanak respondía: “Sat Nam” o “La Verdad es su nombre”. Llamaba a meditar para acercarse al conocimiento divino. Compartía con el hinduismo la creencia en la reencarnación, afirmaba que estaba al alcance de todos, pero se oponía a la distinción de castas. De ahí que el Templo Dorado esté abierto a extranjeros, sin distinción.
Incluso ofrece alojamiento gratuito en el predio. Hay dormitorios comunales donde hombres y mujeres duermen separados, y hoteles con habitación doble y baño privado a cambio de una colaboración simbólica (estipulada en un dólar). La mía queda en un edificio que luce como un palacete, pero adentro es lo que una guía calificaría de espartana. Colchón decente, baño privado, cierto olor a humedad pero limpiecita. El banquete comunal Diviso el estanque de agua con el néctar que nombra la ciudad. De repente veo un gentío que va hacia un costado y lo sigo. Un barbudo me intercepta, me entrega presto una cuchara, otro me da un plato de aluminio. Me siento sobre una esterilla en el piso, con las piernas cruzadas, junto a la multitud. Extiendo el cuenco mientras alguien por el pasillo central corre sirviendo arroz (¡con la mano!) a toda la fila, rápido y sin detenerse. Detrás viene un cucharón de dahl —guiso de legumbres—, yogur y un postre parecido al arroz con leche. Junto las manos con las palmas abiertas a la altura del pecho y alguien deposita ahí dos chapatis (panes). Los que están sentados enfrente comen y sonríen. Me siento un extra, feliz de participar en una ceremonia reservada a los protagonistas. Esta cantina comunal da de comer gratis a 10 mil personas por día. La comida no es nada del otro mundo pero el gesto sí.
Ellos creen que ofrecer alimento a todos refuerza la idea de igualdad y va con las reglas de la filosofía sikh: ser generoso, compartir ganancias y servir a la comunidad. Alguien me cuenta que a Nanak le siguieron nueve gurús. A uno de ellos, Ram Das (1552-1574), le debemos la fundación de esta capital. A su sucesor, Arjan Dev, el monumental templo de finales del siglo xvi, que ahora vislumbro a la derecha, con su cúpula dorada, centelleante, el edificio más importante. Se construyó para guardar un libro, el Adi Granth, donde están los himnos que derraman los altoparlantes del predio, como un mantra que se hunde en el cuerpo y se graba en las células hasta que lo cantan solas. Al acercarse al estanque hay que dejar los zapatos en el guardarropas y cubrirse la cabeza. Mi turbante se ladea y un sikh me sugiere lo acomode. Otras reglas del predio prohíben el tabaco y alcohol, así como tener relaciones sexuales en el complejo. Sikh amables controlan lo controlable. Y vertientes de agua lavan los pies peregrinos. Apoyo los talones húmedos sobre el mármol frío que rodea la piscina del néctar. Era un lago con propiedades curativas, rodeado de bosques y fue excavado para la construcción del Templo Dorado o Harmandir, que ahora flota en el centro. Si miro la cúpula recubierta de cien kilos de oro, me parece que el sol me entibia más la cabeza y que los ojos se ciegan. La visión en 360 grados es sobrecogedora. Ahora la música se escucha poderosa. Hombres y mujeres se quitan algo de ropa y se sumergen en el agua fría con la cabeza cubierta. Algunos inician en la purificación a los hijos. Se sumergen hasta el cuello, levantan las manos al cielo, repiten mantras y sus pupilas se pierden en la nada. Otros se sientan bajo las galerías a contemplar. Yo camino, con otros, alrededor de la galería. Paso por lugares que recuerdan la sangre derramada. Ahí están las torres vigía, con las cimas destruidas por la operación Estrella Azul.
Ocurrió cuando un grupo de sikh ocupó el Akal Takht, segundo santuario más sagrado del Templo Dorado. Indira Gandhi ordenó un ataque paramilitar y el predio fue bombardeado. Murieron 200 personas y entre las víctimas había peregrinos. Esto provocó el asesinato de Indira Gandhi, cuatro meses más tarde, a mano de sus guardaespaldas sikh. El complejo que rodea el estanque es de mármol pulido. Hermana las arquitecturas hindú y musulmana. Algunas piedras llevan los nombres de los exilados en el Reino Unido, Estados Unidos o Canadá, que ayudaron a la edificación. De estos países llegan muchas visitas. Algunos preguntan de dónde soy, entablan conversaciones amables, explican. Al borde de las aguas hay un monasterio del siglo xvii, una torre de reloj victoriana y cuatro cabinas de cristal elevadas. Allí sacerdotes leen las sagradas escrituras y se turnan cada 48 horas, el tiempo que requiere repasarlas completas. En otra de las esquinas está el Árbol de la Fertilidad, plantado hace 450 años por Babba Buddhaya. Las mujeres cuelgan cintas de sus ramas. Un puente cruza el estanque hacia el interior del templo famoso. Pero hay tanta gente que prefiero vagar por la ciudad. Delicias del norte Acá también existe un culto de placeres terrenales. Los sikh tienen fama de ser buenos anfitriones: por hospitalarios y buenos cocineros. Dice el refrán: “Nadie muere de hambre en Amritsar, pero se puede pecar de excesos”.
Me habían dado un buen consejo: la mejor comida está en los dhabas o comedores callejeros, muchos en las calles laterales al templo. Sobre las veredas o en las mesas adentro, se cruzan conductores de rickshaw y señores ministros en busca de comida sabrosa, fresca, auténtica. No alcancé a probar todos los manjares que ofrece la ciudad pero hice lo que pude. Mientras me perdí sin rumbo en la ciudad antigua y sus bazares, probé la famosa kulcha amritsari: un pan redondo cocido en tandoori, relleno con papas o coliflor, cubierto con abundante ghee (manteca clarificada), pimienta y acompañado de chutney de tamarindo, menta, cebolla y chile verde. Se toma como desayuno o almuerzo temprano, y se baja con chai o lassi (batido de yogur) espumoso. Otra delicia folclórica es el pescado amritsari, que duerme marinado con jugo de limas y chile, y se sirve frito, con hierbas y especias. Existen infinitas versiones de parathas (pan integral con vegetales), puri (pan crujiente y frito) con garbanzos o papas, dahl y curries de cordero. Abunda la cocina internacional, los platos chinos y mongoles, y hasta pâtisseries donde hacer un alto, tomar un café, leer la prensa y saborear galletas crujientes de pistache y nuez de la India. En esta cuenca lechera los yogures son deliciosos. Los postres a base de crema o leche enloquecen a los punjabis mientras que para los occidentales son el antídoto a sabores muy persistentes. Amritsar está lleno de negocios de dulces, en general a base de lácteos, sémola, almendras, ghee y especies; ingredientes sagrados. Por eso se los ofrece también a las divinidades. Típico de la zona es el gajjar ka halwa de zanahorias, crema, azafrán y canela; y el cremoso malai kulfi (casi helado), solo o con frutas secas. Estamos cerca de Wagha, único paso fronterizo terrestre con Pakistán. Y se nos ocurre ir a la ceremonia que cada atardecer atrae a los turistas de ambos países. Es una extraña y hermosa mezcla de hip hop, acid jazz, tabla, cítara: arranca con una danza empantanada de cuerdas y termina en un trance galáctico. Extraños ritos de frontera La frontera con Pakistán es más estricta que otras fronteras. Casi no hay gente que cruce, salvo extranjeros. Los turistas pakis e indios llegan hasta la línea donde los países se besan. Son cientos, quizá miles y vienen a ver esto. Se sientan, como nosotros, en gradas elevadas, cada uno de su lado, separados por unos 200 metros, los mástiles y los ejércitos. El aire se calienta con cánticos estilo hinchada de fútbol. —Viva India carajo. —Pakistán-tán-tán —llega el eco de enfrente, con furia. El griterío se mezcla con la música de Bollywood que grazna desde los parlantes. La gente salta, baila, agita banderas, se envalentona a medida que el sol se desmaya. Con esa batucada de fondo aparecen los soldados. Se ven ridículos con sus gorros rematados en enorme penacho rojo, maxibigotes en punta, faja a la cintura, botas de charol en blanco y negro, y un paso coreográfico. El público vitorea al bajar las banderas, y se retira contento, con la cámara digital en la mano.
El cielo está estrellado sobre el Templo Dorado. Voy directo a la pulpa del fruto. Avanzo por el puente como en una pasarela acuática. Las luces exageran los espejos sobre el lago. Tengo la sensación de entrar a un cuento de Las mil y una noches. La gran cúpula tiene forma de loto invertido para simbolizar el interés sikh por lo terrenal y lo espiritual. Durante el reinado del Maharaja Ranjit Singh (1780-1839) se ornamentó este “barco que atraviesa el océano de la ignorancia” con esculturas de mármol y piedras preciosas.
En el interior del santuario, tapizado de oro, plata y mosaicos de marfil, están prohibidas las fotos. Sobre un trono de seda e incrustaciones de diamantes descansa el Adi Granth original y a su lado los músicos tocan en vivo flauta, batería y cuerdas. De ahí venían los cánticos. Subo al último piso y contemplo el predio en la noche, como una ciudad surgida en la imaginación. Por un instante es real. Antes de salir, un sikh con un tazón en la mano me acerca prasad: mezcla de cereal con dulce que según veo se toma a puñados. Es de las pocas cosas que me resistí a probar: tomé una porción escueta y la deshice entre mis dedos pegajosos. Quizás por miedo a caer bajo algún embrujo más. Me tocó partir una madrugada. El tren salía a las seis, así que me desperté a las cuatro y por única vez en la vida no me molestó. Ni siquiera tuve que preocuparme por el taxi: para los peregrinos que van a la estación ferroviaria parte un autobús desde el complejo (estos sikh tienen todo arreglado). Es de noche y el Templo Dorado resplandece como una fantasía con música. El autobús se aleja y en el cuerpo de los peregrinos siguen sonando mantras. Se me ocurre que es el sitio más devoto que he conocido. O un lugar donde refugiarse tras el Apocalipsis.
GUÍA PRÁCTICA
Cuándo ir: entre octubre y marzo. Se recomienda llevar ropa de abrigo. La temporada de monzones va de julio a septiembre y los veranos son agobiantes. Dónde dormir El Templo Dorado recibe gratis a peregrinos, en dormitorios comunes divididos por sexos por un máximo de tres días. Hay hoteles o gurudwaras con habitaciones privadas con baño, agua caliente y ventilador que cobran un donativo de un dólar diario y un depósito que se reembolsa al salir (200 rupias: 5 dólares). Es la única manera de alojarse dentro del complejo del templo. El más recomendable es el Gurudwara Hargobind Niwas, con 88 habitaciones dobles. Como regla general en India, conviene viajar con un par de sábanas propias. Salvo en época de festivales, suele haber lugar. Se puede ir directamente o reservar al menos con siete días de anticipación, y en breve se tomarán reservas en línea (Shiromani Gurdwara Parbandhak Committee: Teja Singh Samundri Hall, Amritsar; T. 91 (183) 255 3951; F. 91 (183) 255 3919; www.sgpc.net/sarai booking/index.asp; sgpc@vsnl.com). El Hotel CJ International en la ciudad antigua es el más cercano al templo (Opp. Langar Hall Building; T. 91 (183) 254 3478; www.cjhotel.net; habitaciones con aire acondicionado desde 28 dólares). Y la opción glamorosa, donde se hospedó la reina de Inglaterra, es el remodelado Ritz. En una zona residencial al norte, su edificio aristocrático tiene jardines, piscina, gimnasio y un restaurante internacional (45 Mall Road; T. 91 (183) 226 606; desde 50 dólares la doble). Qué comprar Katra Jaimal Singh, en la ciudad antigua, es buen lugar para conseguir ropa y zapatos, al igual que Lawrence Road. En Hall Bazar se encuentran libros y electrónicos, joyería en el Guru Bazar y especies en Majith Mandi y Dal Mandi. El norte de India es un punto estratégico para la música. Alrededor de la municipalidad y el Jallianwala Bagh se consiguen tablas y armónicas. En las cercanías del templo, cds baratos de cánticos religiosos. Cómo llegar Se puede llegar en tren desde Calcuta, Bombay, Varanasi y Delhi. El Shatabdi Express es de los más modernos y rápidos, pues cubre en 5 horas y 20 minutos los 475 kilómetros hasta Delhi (www.indianrail.gov.in; 30 dólares la ida). En avión se puede volar desde Delhi (entre 60 y 180 dólares), Chandigarh y Srinagar. El aeropuerto Raja Sansi está a 10 kilómetros de Amritsar. Air India (www.airindia.com) tiene servicio de autobús. Aunque desde Dehra Dun, Shimla, Kulu, Dalhousie y Dharamsala se puede llegar en autobús el tren es más confortable, rápido y menos ruidoso. Dónde comer Los restaurantes suelen estar abiertos desde las 9 hasta las 23 horas. Los dhabas abren y cierran más temprano, desde el amanecer al anochecer, y la mayor parte no tienen número ni de teléfono ni de dirección, pero la calle es más que suficiente para dar con ellos. La comida más rica, fresca y auténtica está en los dhabas o comedores callejeros, donde un almuerzo cuesta entre uno y 3 dólares. Hay que animarse. Los recomendados para desayunar al estilo punjabi (kulchas): All India Famous y Kulcha Chola Dhaba en Maqbool Road, Kanha’s en Lawrence Road y Kanahya’s en Phullonwala Chowk. Bharawan ka Dhaba, a pasos del ayuntamiento, sirve las mejores parathas rellenas de verduras. El pescado amritsari hay que probarlo en Makhan Dhaba en Lawrence Road, famoso internacionalmente. Cerca del Templo Dorado, Parkash ofrece curries de cordero (1.50 dólares) por los que llegan funcionarios y obreros desde hace 53 años. En el corazón de la ciudad antigua, desde 1916 Kesar ka Dhaba atrae a los fanáticos de la cocina vegetariana que se atrevan a superar el aspecto. Excelentes postres. Crystal Chowk (T. 91 (183) 222 5555) tiene fama entre los locales de estar entre los mejores restaurantes para cenar, por la calidad de su cocina punjabi, india, china y mongola y su confortable salón con aire acondicionado. Para una comida de mayor categoría la oferta se concentra en las áreas nuevas de la ciudad, al norte de la estación de tren, donde un almuerzo o cena se cotiza por encima de los 5 dólares. El prestigioso restaurante Ranjit’s del Hotel Ritz ofrece cocina india gourmet y platos internacionales, y su bar tiene una vista maravillosa.
domingo, 21 de septiembre de 2008
HISTORIA SIKH
FLASHES DE HISTORIA SIKH
No existe otro sitio religioso en India que haya soportado desacralizaciones tan metódicas, periódicas y violentas como las sufridas por el templo de los sikhs en Amritsar. Erigido a fines del siglo XVI - la religión sikh fue establecida como tal en 1499 por el gurú Nanak- , su suerte siempre dependió de la que por medio de las armas pudieron zanjar sus devotos celadores. Ejércitos de invasores persas, afganos y mogoles, tras cada conquista del Punjab, envilecieron sus campañas al dejar huella innoble sobre la santidad del lugar que hoy conocemos como Templo Dorado. En 1757, durante la cuarta invasión afgana, el edificio fue hecho volar por los aires y la piscina sagrada (Amrit-sar, piscina de néctar) fue repletada con las entrañas de vacas degolladas. Según Khushwant Singh, autor vigente de una obra primordial publicada por primera vez en 1963 (A History of the Sikhs, II vol., Oxford University Press, 1999), "aunque los hicieron limpiar el Harimandir (Templo Dorado), y contraatacaron matando cerdos en las mezquitas, los sikhs no masacraron a ningún prisionero, como sí habían hecho los afganos". Durante la sexta invasión afgana, conocida también como el Gran Holocausto, el templo fue nuevamente derribado a polvorazos. Al estanque fueron a parar cientos de cadáveres vacunos. Dos años más tarde los afganos repetirían con exactitud la ya ritualizada afrenta. En 1765 el templo fue reconstruido "bajo gran presupuesto".
En 1803 el recién entronizado Maharajá del Punjab, Ranjit Singh ("su entronización fue indudablemente popular con las masas, quienes no habían tenido ni un gobernador ni un gobierno propios por muchos siglos"), tras entrar a la ciudad como héroe y bañarse en las aguas sagradas del estanque, estableció un fondo para que el templo fuese reconstruido en mármol y su techo cubierto con capas de oro.
En 1921, cuando India ya pateaba con seriedad por conseguir su independencia del imperio británico, el comisionado inglés de Amritsar confiscó las llaves del altar y del tesoro, con la malévola intención de ponerlas al cuidado de alguien a quien él mismo nominaría. "La captura de las llaves del altar suscitó considerable excitación en India", explica Khushwant Singh. "El gobierno se dio cuenta que el comisionado de Amritsar había removido un nido de avispones y las llaves fueron devueltas al comité de Kharak Singh. Mahatma Gandhi describió el hecho como 'la primera batalla decisiva ganada"'. Pero la Independencia obtenida en 1947 - los sikhs fueron los que más sufrieron con la irracional y apresurada partición del Punjab en favor del recién creado Pakistán- no aseguró la tranquilidad en el recinto sagrado. A principios de los ochenta el Templo Dorado comenzó a ser ocupado por nacionalistas sikhs, quienes bajo las órdenes de Sant Jairail Singh Bhindrawale, y desde la tantas veces quebrantada inviolabilidad del templo, planearon y llevaron a cabo escaramuzas con el doble objetivo de expulsar a los colonialistas del gobierno Indio del Punjab y crear una patria propia y democrática, el Khalistan, la tierra de los Khalsas.
Uno de los más interesantes capítulos de "India. Una civilización herida", del Nobel V.S. Naipaul, relata los pormenores "intramuros" de la actividad insurgente-nacionalista en el templo y la consiguiente respuesta del Estado terrorista indio. En junio de 1984 los tanques del ejército de India irrumpieron con innecesaria ferocidad sobre el Templo Dorado. Fueron secundados por escuadrones de comandos y francotiradores. El objetivo de eliminar a los insurgentes independentistas se obtuvo a costa de la vida de miles de peregrinos inocentes. El daño material fue incalculable; antiguas copias del Granth Sahib, el libro sagrado de los sikhs, fueron quemadas en hogueras premeditadas. Indira Gandhi, quien en ejercicio de sus facultades como Primera Ministro dio la orden de proceder, pagó con su vida cuatro meses más tarde: sus guardaespaldas sikhs la acribillaron con dieciocho balazos. Al hecho le siguieron matanzas de sikhs a lo largo de todo India.
Historia de una religión - Historia por la Libertad y la Independencia
Según Khushwant Singh, la historia de los sikhs no es otra que la del "nacimiento, realización y colapso del nacionalismo punjabí". En 1499, el primero y más relevante de los diez gurús sikhs, Nanak, asentó un movimiento religioso que enfatizaba los puntos comunes entre el Hinduísmo y el Islam, con la notoria incorporación de elementos sufis. Nanak predicó la unidad de los dos credos del Punjab bajo una concepción monoteísta. A principios del siglo XVII el movimiento se reafirmó en la formación de una comunidad religiosa consistente en los discípulos, o sikhas, de Nanak y de los siguientes nueve maestros o gurús. El misticismo inherente al nuevo credo fue compilado en 1604 en un corpus sagrado, Adi Granth o Granth Sahib. Lo componen los escritos de los gurús - varios de ellos dados a la poesía- , más ciertos aportes ético-religiosos extraídos de la obra de santones hindúes y musulmanes.
Los siguientes cien años atestiguaron el crecimiento de una fuerza política paralela a la religiosa, la que llegó a su cúlmine con el llamado a las armas hecho por el último y décimo gurú, Gobind Singh. Pocos años después de su muerte los pastores armados hicieron el primer intento por liberar al Punjab del yugo mogol. Bajo el liderazgo de Banda Singh mantuvieron en vilo por siete años a los ejércitos imperiales, hasta que el caudillo y sus seguidores fueron bárbaramente ejecutados. El mensaje había prevalecido a la carne y la causa siguió captando devotos. Vinieron luego las invasiones afganas al Punjab, hordas inmisericordes guiadas por Ahmed Shah Abdali. El sentimiento nacionalista tomó cohesión y los pastores armados expulsaron a los invasores. La liberación de Lahore (capital del Punjab hasta 1947, hoy en día en Pakistán a 34 kilómetros de Amritsar), y la creación del primer reino independiente del Punjab en 1799 - justo cien años después del llamado de Gobind Singh a las armas- bajo el comando de Ranjit Singh, fueron el clímax del sikhismo. "Estos logros pertenecieron a todos los punjabíes por igual, hindúes, musulmanes y sikhs. En el desfile victorioso de Kabul en 1839 (pocos meses después de la muerte de Ranjit Singh), el hombre que lució los colores sikhs fue el coronel Bassawan, un musulmán punjabí. Y el hombre que portó la bandera sikh a través de los Himalayas, un año más tarde, fue el general Zorawar Singh, un hindú".
Khushant Singh advierte que el énfasis del segundo volumen de su historia es la lucha sikh para sobrevivir como comunidad separada. La era se inició en 1839 "con la resistencia al expansionismo británico; fue continuada como resistencia contra la dominación musulmana; y luego de la Independencia, tornó en resistencia contra la absorción por parte de hinduísmo renaciente". Las guerras con los ingleses (1848-9), pusieron fin al reino sikh. El imperio británico se consolidó en el Punjab. Como consecuencia, la incorporación de los prestigiosos batallones de soldados sikhs a la maquinaria guerrera inglesa. La lealtad sikh al imperio británico durante el motín de los sepoys, 1859, y posteriormente en ambas guerras mundiales, les significó considerables privilegios, mismos que perderían con la creación de una India independiente.
"Fue después de la Independencia y partición del Punjab que la calidad del liderazgo sikh se vulgarizó y entró en franca decadencia", anota Singh. La división del Punjab requirió del movimiento forzoso de millones de personas en muy corto tiempo (musulmanes hacia Pakistán, sikhs e hindúes hacia India). Más de un millón de personas murió en las matanzas posteriores a la partición. Los sikhs fueron los que más sufrieron. En 1966, tras años de agitaciones populares, India delimitó y denominó Punjab a un Estado en el que el idioma reconocido era el punjabí. Siguieron años de prosperidad para los sikhs con la implementación de la Revolución Verde, que convirtió al Punjab en el granero de India. Se intensificaron las migraciones de sikhs hacia Occidente, especialmente a Canadá, Estados Unidos e Inglaterra donde construyeron comunidades fuertes y económicamente exitosas.
La veneración sostenida a un credo ético-nacionalista los hace retornar siempre al Punjab. En "Train to Pakistan", el europeizado sikh Iqbal regresa al Punjab a predicar el marxismo. Afeitado y con el pelo corto, se jacta de su "educación" inglesa ante humildes campesinos de un pueblo punjabí. Reniega de los símbolos. Su figura está impecablemente presentada para antagonizar al espíritu tradicional sikh, expresado éste en personajes corajudos e iletrados. En una de sus más sagaces peroratas, Iqbal sostiene que "La moralidad es un asunto de dinero. La gente pobre no puede permitirse el tener moral. Por lo tanto, tienen religión". Como se comprobará más adelante en la trama, las frases hechas no mellan la asentada integridad de los bravos y devotos guerreros sikhs.-
lunes, 15 de septiembre de 2008
HUKAMNAMA PARA EL MES DE ASSU
[Lunes, 1 de Assu (Samvat 540 Nanakshahi) 05:15 Hs Khalistan Tiempo Estandar]
martes, 9 de septiembre de 2008
SETIEMBRE: EL MES DE GURU RAM DAS JI
Guru Ram Das Ji
(1534 - 1581)
Guru Ram Das nació el 24 de septiembre de 1534 en Lahore, sus padres Hari Das y Anup Devi eran devotos de Dios. Era conocido como Jetha, lo cual significa el primogénito, era un hombre apuesto; cuando creció siempre era encontrado en compañía de hombres religiosos. Un día Jetha vio a un grupo de sikhs quienes se encontraban camino a Goindwal para presentar sus respetos a Guru Amar Das. Jetha decidió unírseles y viajar también a Goindwal. Al momento de llegar y conocer al Guru, Guru Amar Das de inmediato notó que el joven Jetha era muy amable y tenía un gran sentido de la devoción. Cuando sus compañeros de viaje regresaron al Lahore, Jetha decidió quedarse y convertirse en un discípulo del Guru.
Su arduo trabajo y su devoción eventualmente ganaron la mano de la hija menor de Guru Amar Das, Bibi Bani; ellos tuvieron tres hijos, Prithi Chand, Mahadev y Arjan Dev.
Jetha se convirtió en un discípulo confiable de Guru Amar Das; como se describió anteriormente, representó exitosamente a Guru Amar Das ante la corte Mughal para defender los cargos impuestos por los celosos hindúes quienes alegaban que el Sikh Dharma era maligno para las religiones hidnú e islam.
"Nacimiento y casta no valen ante Dios, son los hechos los que hacen o deshacen a un hombre. Explotar a la gente ignorante con supersticiones y llamar a esto religión es un sacrilegio contra Dios y contra el hombre. Adorar al infinito Dios absoluto en forma de un totem, de una imagen o un insignificante objeto nacido de la naturaleza o lavar los pecados de uno, no a través de la compasión y arrepentimiento sino a través de absoluciones, dietas especiales, lenguajes y vestidos; condenar a las masas de seres humanos, rebajar a la mujer al estatus de sub humanos y negarles la lectura de escrituras y aún el trabajo es apartar al hombre del hombre. Eso no es religión, no es religión negar el mundo a través del cual el hombre puede alcanzar sus posibilidades espirituales."
El emperador Akbar estuvo enormemente impresionado por las explicaciones del Sikh Dharma que ofreció Jetha y deshizo todos los cargos. Gradualmente Jetha se convirtió en el sucesor de Guru Amar Das y fue llamado Guru Ram Das como se mencionó anteriormente. Cuando el anciano asceta hijo de Guru Nanak, Baba Siri Chand vino a visitar a Guru Ram Das le preguntó: "¿Por qué mantienes una Barba tan larga?" Guru Ram Das contestó: "Para limpiar el polvo de los pies de los hombres santos como tú", después de esto procedió a realizar este acto de suprema humildad. Siri Chand tomó inmediatamente la mano de Guru Ram Das diciendo "Suficiente, esta es la clase de carácter por la cual ustedes me privaron de mi herencia ancestral. Ahora, que mas me queda que pueda ofrecerle si usted tiene toda la piedad y a Dios en su corazón?"
Guru Ram Das continuó la construcción de la ciudad de Ramdaspur escarbando la segunda piscina como le había instruido Guru Amar Das. Muchos peregrinos llegaban para escuchar al Guru y para ayudar en la construcción del tanque. El sagrado tanque debería ser llamado Amritsar (Piscina de néctar). Hoy esa ciudad es el centro más sagrado para los Sikhs.
Guru Ram Das explico a sus sikhs que uno puede llenar su vida no con únicamente meditación, sino participando activamente en las alegrías y tristezas de otros, así es como uno puede vencer al ego primordial y terminar la soledad espiritual. Una de las personas que entró al Sikh Dharma en ese tiempo fue Bhai Gurdas Bhalla, el hijo del hermano menor de Guru Amar Das. Bhai Gurdas era un excelente poeta y estudioso de la religión quien después se estaría a cargo de la impresión de la primera edición del Guru Granth Sahib.
Guru Amar Das envió a Bhai Gurdas a esparcir las enseñanzas a Agra y antes de irse Guru Amar Das le dictó la siguiente rutina para los sikhs: "Aquel que se llame a sí mismo un Sikh del verdadero Guru, debe levantarse en la madrugada, tomar un baño en el sagrado tanque y decir sus oraciones; debe meditar en Dios como lo ha indicado el Guru. Debe superar él mismo las aflicciones de los pecados. Conforme el día pasa, debe recitar las escrituras y repetir el nombre de Dios en cada actividad. Él a quien le fue revelado amablemente el camino. ¡Nanak! Yo busco el polvo de los pies de los Gurus Sikh quienes recuerdan a Dios y hacer que otros lo recuerden." (Gauri).
El estándar de el matrimonio sikh conocido como el Anand Karaj está centrado alrededor de el Lawan, un himno de cuatro párrafos compuesto por Guru Ram Das. La pareja de novios caminan alrededor del Siri Guru Granth Sahib cuando cada párrafo es leído; la primera vuelta significa el compromiso que la pareja adquiere para llevar una vida de sostenedores de hogares a través del matrimonio. La segunda vuelta significa que la unión de la pareja la ha traído Dios. En la tercera vuelta la pareja es descrita como la más afortunada porque han cantado los himnos del Señor en la compañía de los santos. En la cuarta y última vuelta se describe el sentimiento de la pareja de haber obtenido el deseo de su corazón y cómo se regocijan.
El primer sobrino de Guru Ram Das fue a invitar al Guru a visitar Lahore para el matrimonio de su hijo. El Guru estaba muy ocupado con su trabajo pero prometió mandar a uno de sus hijos en su representación. Guru Ram Das pidió a su hijo mayor Prithi Chand que asistiera en su lugar, pero el se rehusó. Prithi Chand temió que su padre tal vez estaba tratando de eliminarlo para poder instalar a su hijo menor Arjan en el trono del Guru. Arjan era un hijo favorito de su padre. Mahadev, el hijo de en medio del Guru se recluyó él mismo porque no estaba interesado en los asuntos del mundo. Entonces el Guru pidió a su hijo menor Arjan Dev que asistiera, al lo cual él accedió gustoso con tal gracia y humildad que Guru Ram Das estuvo muy complacido.
Arjan Dev se dirigió a Lahore, en donde debía, por mandato de su padre, atender los asuntos de educación y demás necesidades de los Sikhs, en su casa ancestral. Después de dos años de extrañar intensamente su casa y a su padre, Arjan Dev compuso un poema de amor y devoción, mismo que envió a Guru Ram Das. Ese poema, junto con otro, fuero interceptados por el celoso hijo mayor, Prithi Chand, quien se encargó de que su padre nunca los recibiera. Finalmente Arjan escribió un tercer poema numerado con el número tres y dio instrucciones estrictas al mensajero para que únicamente se lo entregaran al Guru en persona.
"Unos momentos de separación y ha sido como una era. ¿Cuándo podré verte mi amado Señor? Mis noches no pasan ni puedo dormir sin ver el darbar del Guru. Soy un sacrificio, soy un sacrificio para el darbar del Guru. 3" (Majh)
Cuando finalmente recibió este poema, Guru Ram Das sintió lo que les había pasado a los dos primeros, así que confrontó a su hijo mayor, Prithi Chand. Primero, Prithi Chand negó todo, pero viendo la insistencia del Guru y las consecuencias de rehusarse a obedecerlo, confesó finalmente su engaño y entregó las otras dos cartas. Cuando Guru Ram Das las leyó lo conmovieron sobremanera a tal grado que derramó lagrimas debido a la humildad y sinceridad de las composiciones de su hijo Arjan.
Guru Ram Das de inmediato envió por Baba Buddha para que fuera a Lahore y trajera a casa a su hijo Arjan Dev con todos los honores. El Guru entonces pidió a Bhai Budhha que aplicara la marca de azafrán en la frente de Arjan Dev y lo declaró su sucesor. Prithi Chand no aceptó los deseos de su padre y continuó desobedeciendo y abusando de Guru Arjan Dev. Guru Ram Das entonces tuvo que condenar públicamente a su hijo Prithi Chand por sus acciones.
Poco tiempo después Guru Ram Das respiró por ultima vez en Septiembre 1 de 1581.
Guru Ram Das es muy activo, trabaja con milagros, no has de tener miedo, si quieres obrar milagros déjale actuar, hazlo en su nombre.
Cuando estés confundido ante alguna situación , permite que ocurra lo que tenga que ocurrir en nombre de Guru Ram Das.
Hay un secreto que funciona, “llama a Guru Ram Das y sana al mundo”, la salud, la riqueza, la prosperidad, la dignidad, la gracia, la felicidad, la conciencia y la santidad te seguirán.
Son palabras que llenan nuestro corazón desconfiado de fuerza y valor, puede que estemos exhaustos de sobrevivir, de pensar que la vida es una dura prueba que hay que pasar, y que los problemas acuden sólo a nosotros, cuando tenemos el valor de respirar largo y profundo, clamar nuestra mente y meditar en guru Ram Das, entonces ocurre el milagro, el intercede por nosotros, sólo deja de preocuparte, confía en guru Ram Das y sigue adelante, serás testigo silencioso de cómo se solucionan las situaciones, empiezas a ver el amanecer de tu vida, como tus deseos se logran sin esfuerzo, sólo deja que las riendas de tu vida fluyan en amor con dios.
Bendice y acepta todo lo bueno que hay en tu vida, y lo que te hace crecer, la vida es el mayor regalo que podamos tener...
Sirve a los demás, deja que tu vida se llene de gozo y de jubilo, que seas el mayor representante de la creación, y confía en que todo lo que necesitas te será dado, déjalo en manos de Guru Ram Das.
Dhan dhan Raam Daas, Gu, jin siri-aa tinai savari-aa. Pooree ho-ee ka Ramat aap sirjanhaarai dhaari-aa.
Bendito y adorado es Guru Ram Das, el señor que te ha creado, él sólo te ha embellecido. Perfecto es el milagro de tu existencia. El creador se ha instalado en tu trono interior.
LOS SIKH A LOS OJOS DE UN OCCIDENTAL
Agustín Pániker-Escritor y editor.
Las religiones están de actualidad. El tema de la identidad también. El auge de diversos ismos lo demuestra. Y cuando aunamos ambos aspectos y abordamos el de la identidad religiosa el asunto resulta fascinante y, a veces, explosivo. Todavía más si contemplamos el universo de las identidades religiosas de la India, que es extremadamente denso y cromático.
Una de estas se me antoja particularmente interesante: la identidad sikh. En la India, el último censo arrojó algo más de 19 millones de sikhs y se estima que 2 millones y medio viven fuera de la India, especialmente en la angloesfera (EE.UU., Canadá y el Reino Unido). ¿Cómo definir a un sikh?, ¿quién es un sikh?, ¿qué es el sikhismo? Obviamente, el sikhismo será aquello que cada uno considere que es y un sikh será aquel que no niega serlo. Y punto. Pero, so pena que este escrito se termine prematuramente, vamos a intentar una aproximación, aunque sólo sea como ejercicio didáctico.
La palabra sikh (con frecuencia –y a mi entender, incorrectamente– castellanizada “sij”) procede del verbo punjabí sikhna que quiere decir “aprender”, y de la sánscrita shishya, que significa “discípulo”, “alumno”. Un sikh es –o suele ser– aquel devoto o discípulo que venera a los diez Gurûs del sikhismo y aprende el camino de liberación que proclamaron. Dicho linaje comenzó con Gurû Nânak, un místico del Punjab (Norte de la India), al albor del siglo XVI; y finalizó con Gurû Gobind Singh, a principios del XVIII.
Las enseñanzas sobre la liberación (mukti) a través de la meditación en el Nombre Divino (Nâm) ofrecidas por Gurû Nânak y sus sucesores se encuentran en las Escrituras sagradas de los sikhs, reunidas en un volumen conocido como Âdi Granth o Gurû Granth Sâhib. La autoridad que para cualquier sikh posee este texto es incuestionable. El Libro sagrado ha otorgado coherencia a la comunidad y suturado sus distintas sensibilidades, en especial desde que cesó la institución del Gurû personal, a comienzos del siglo XVIII.
Aquellos que se declaran seguidores de Gurû Nânak y sus sucesores constituyen la comunidad (Panth), originalmente conocida como Nânak-panth. Desde que el décimo Gurû, Gobind Singh, declaró que no le sucedería ningún otro maestro humano, la autoridad del sikhismo recae en el Libro (Granth) y en la propia Comunidad (Panth).
El edificio o templo que alberga ritualmente el Âdi Granth es llamado gurduârâ. Todo sikh reconoce el rol de las gurduârâs en expresar los ideales igualitarios de los Gurûs, especialmente a través de la institución de una comida colectiva llamada langar. El papel de las gurduârâs en cohesionar a la comunidad ha sido y es asimismo fundamental; todavía más si hablamos de los sikhs que viven allende la India.
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Durante la época del último Gurû algunos devotos optaron por iniciarse en la fraternidad de la Khâlsâ y, desde entonces, se guían por su código de conducta (rahit). Entre las exigencias que se mencionan en el moderno código de la Khâlsâ sobresale la obligación de seguir las “cinco Ks”: el cabello sin cortar (kesh), un peine que lo sujeta (kanghâ), un calzón corto (kachh), una pulsera de acero (karâ) y un puñal (kirpân). Estos cinco símbolos comienzan en lengua punjabí por la letra “k”, de ahí que sea común designarlos como las “cinco Ks” (pañj-kakke).
Aunque la mayoría de sikhs no ha tomado la iniciación en dicha fraternidad, muchos son los que siguen sus requerimientos básicos. Ello se traduce en mantener las insignias de las “cinco Ks” y evitar el tabaco. Estos emblemas diferencian claramente a la mayoría de –varones– sikhs de otros colectivos indios. Bien que el origen de la enseñanza y de la comunidad sikh fue claramente hindú, los avatares de la historia y las experiencias de la comunidad en sus cinco siglos de existencia han ido generando un claro sentido de identidad separado.
La mayoría de sikhs es punjabí o de ascendencia punjabí. No obstante, y a pesar de que la comunidad desconoce el proselitismo, cualquiera puede convertirse al sikhismo.
En cuatro pinceladas han sido mencionados los nombres propios más singulares del sikhismo (Gurû Nânak, Gurû Gobind Singh, Âdi Granth, Punjab), algunos términos clave (sikh, Gurû, Panth, Nâm, Khâlsâ, rahit, gurduârâ) o prácticas extendidas y reconocidas (kesh, kirpân, meditación en el Nombre, langar). Todo este cúmulo de vectores juegan, a mi entender, en la cuestión de la identidad religiosa sikh. Y un conocimiento de su historia, sus doctrinas y su práctica es ineludible para todo aquel o aquella que desee profundizar en las tradiciones de la India.
A partir de esta identidad religiosa sikh fue fraguándose a lo largo de varios siglos una identidad sikh-punjabí de fuerte carácter social y político.
Un aspecto de sobras conocido de los sikhs es su probado carácter marcial. Aunque muchos sikhs son pacíficos, a lo largo de los siglos se les ha inculcado unos aspectos marciales, hipermasculinos y heroicos. Si a eso añadimos la larga historia guerrera de los jâts, más una desproporcionada participación sikh en los ejércitos de la India (colonial o independiente), habrá que concluir que, aunque deba ser cualificada, la reputación militante del sikhismo es una realidad.
Si a esto añadimos los estrechos vínculos entre el sikhismo y la tierra del Punjab, la lengua punjabí o la cultura punjabí, se entenderá que la cuestión de la identidad sikh pueda deslizarse hacia un nacionalismo religioso sikh, y que ciertas secciones de la comunidad puedan recurrir a la fuerza.
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En la década de los 1920s apareció un partido político sikh (que gobierna en la actualidad en el Estado del Punjab) y, décadas más tarde, incluso un secesionismo sikh (todavía secundado por una exigua minoría) que se enfrentó encarnizadamente al gobierno indio. Este conflicto ocasionó decenas de miles de muertes en la India entre 1984 y 1995 (la de la primera ministra Indira Gandhi incluída). Pero, ¿quién conoce los misterios de la aritmética política, social y religiosa? Hoy, apenas una docena de años desde que la violencia comunal y policial en el Punjab se relajara, Manmohan Singh, un sikh, dirige el gobierno de la India.
Tal vez, esta cohesión socio-política puede explicarse porque dos terceras partes de la comunidad sikh pertenecen a una misma casta, la jât, una gigantesca casta agrícola del Punjab. Con lógica, los jâts han tendido a imponer sus costumbres, valores e instituciones. No obstante, y aunque el grueso de la comunidad se dedica por abrumadora mayoría a la agricultura, también hay castas de comerciantes, de artesanos y hasta de “intocables” sikhs. Cualquiera que haya viajado a la India habrá topado con un taxista, un polícia o un tendero sikh en el bazar. Y lo mismo sirve para Londres, Toronto o Singapur. Y, no lo duden, en poco tiempo valdrá también para Barcelona, Valencia o Madrid.
DESCARGA AQUI: ENTREVISTA A AGUSTIN PANIKER. MP3 - ESPAÑA
VIDA DESPUES DE LA VIDA: CIELO E INFIERNO
"El tesoro infinito del Naam mora dentro de las mentes de los devotos. El nacimiento y la muerte, apego y sufrimiento, se borra en el Saadh Sangat, la Compañía de los Santos."SGGS 761
Basado en las enseñanzas de Bhai Sahib Randhir Singh Ji (Partes tomadas del capítulo; "el cielo y el infierno" de Undithi Duniya) El Gurmat es abandonado y la fe de muchos sikh se socava en la duda. ¿Cuán completamente desprovistos de espiritualidad están que se dispersan en la duda sobre la existencia de cielo e infierno? El Gurbani hace tiempo y en la actualidad confirma la realidad del cielo y el infierno. Éstas son regiones separadas en el mundo invisible que pasan inadvertidas. Hay muchas esferas que sólo pueden verse por la vista sobrenatural. Los Gurmukhs, los seguidores ardientes de la fe no son afectados por el cielo e infierno. Ellos no tienen el deseo por la morada celestial y su espiritualismo dispersa todo el miedo del infierno. Ellos prefieren antes que el pensamiento de cielo e infierno la visión del amor-divino y anhelo del Señor. Es verdad absoluta que aquéllos que no se imbuyen con el amor Divino y están desprovistos de la mediación en el Naam tendrán que sufrir en el infierno: