SANT K A B I R [1440 - 1518]
Kabir vivió a finales del siglo 14. Fue tejedor a orillas de un estanque y este estanque sigue todavía ahí, polucionado con inmundicias, rodeado de búfalos como ayer; los tejedores también siguen ahí, en cuclillas como Kabir y, como él, cantan o salmodian al tejer las mismas telas con los mismos diseños. Como estamos en la India, donde el pasado es presente, sucede también que el mundo inferior, inmanente, no es distinto del mundo del más allá, trascendente; si Kabir fue ?y es ? un poeta tejedor, es también un santo, un sabio, un guía para los "buscadores de la verdad". Es pues previsible que, de una encarnación a la otra, Kabir no cese de regresar a Benarés para arrastrar a los poderosos por los pies y amonestar a los débiles que tendrían la tentación de encorvarse frente a sus explotadores o ceder a la mentira.
Vosotros, los que buscáis la verdad, veo que el mundo está loco, cuando hablo la verdad, se me tiran encima para atestarme golpes, pero si miento, todo el mundo me cree.'
La colección de poemas de Kabir que discípulos reunieron en vida de éste se ha convertido tras su muerte en un libro sagrado para sus devotos, uno más en biblioteca de la Revelación india. "Vosotros, pueblos del Libro me dirá en Benarés un discípulo de Kabir, sólo tenéis un libro, el Antiguo Testamento, el Evangelio o el Corán; es lo que os hace intolerantes. Nosotros los hindúes tenemos tantos libros que incesantemente tenemos que comparar sus méritos respectivos".
Kabir es muy exigente, tanto con los hindúes como con los musulmanes. Le pide a cada uno de nosotros que experimente a Dios en sí mismo y por sí mismo, eximiéndose de todos los ritos, sin pasar por los sheikh, los brahmanes y o los sacerdotes de cualquier religión establecida. Kabir consideraba igualmente superfluos las estatuas, las imágenes, los edificios, las pagodas budistas, los templos hindúes, las mezquitas musulmanas; si hubiera conocido el cristianismo, hubiera rechazado su clericatura y sus ritos. Kabir sólo amaba a Dios y menospreciaba a sus funcionarios. Al almuédano que llamaba a la oración desde los mimaretes de Benarés, le dijo:
Yo, Kabir, te pregunto: ¿por qué gritas? ¿Será que crees sordo a Dios, pues gritas para decir que Él es omnipresente?
Kabir vivió a finales del siglo 14. Fue tejedor a orillas de un estanque y este estanque sigue todavía ahí, polucionado con inmundicias, rodeado de búfalos como ayer; los tejedores también siguen ahí, en cuclillas como Kabir y, como él, cantan o salmodian al tejer las mismas telas con los mismos diseños. Como estamos en la India, donde el pasado es presente, sucede también que el mundo inferior, inmanente, no es distinto del mundo del más allá, trascendente; si Kabir fue ?y es ? un poeta tejedor, es también un santo, un sabio, un guía para los "buscadores de la verdad". Es pues previsible que, de una encarnación a la otra, Kabir no cese de regresar a Benarés para arrastrar a los poderosos por los pies y amonestar a los débiles que tendrían la tentación de encorvarse frente a sus explotadores o ceder a la mentira.
Vosotros, los que buscáis la verdad, veo que el mundo está loco, cuando hablo la verdad, se me tiran encima para atestarme golpes, pero si miento, todo el mundo me cree.'
La colección de poemas de Kabir que discípulos reunieron en vida de éste se ha convertido tras su muerte en un libro sagrado para sus devotos, uno más en biblioteca de la Revelación india. "Vosotros, pueblos del Libro me dirá en Benarés un discípulo de Kabir, sólo tenéis un libro, el Antiguo Testamento, el Evangelio o el Corán; es lo que os hace intolerantes. Nosotros los hindúes tenemos tantos libros que incesantemente tenemos que comparar sus méritos respectivos".
Kabir es muy exigente, tanto con los hindúes como con los musulmanes. Le pide a cada uno de nosotros que experimente a Dios en sí mismo y por sí mismo, eximiéndose de todos los ritos, sin pasar por los sheikh, los brahmanes y o los sacerdotes de cualquier religión establecida. Kabir consideraba igualmente superfluos las estatuas, las imágenes, los edificios, las pagodas budistas, los templos hindúes, las mezquitas musulmanas; si hubiera conocido el cristianismo, hubiera rechazado su clericatura y sus ritos. Kabir sólo amaba a Dios y menospreciaba a sus funcionarios. Al almuédano que llamaba a la oración desde los mimaretes de Benarés, le dijo:
Yo, Kabir, te pregunto: ¿por qué gritas? ¿Será que crees sordo a Dios, pues gritas para decir que Él es omnipresente?
Y en otro soneto:
Graznara el turco [apelación en la época de las élites musulmanas]: ¡Alá! ¡Alá! cual cuervo.Y luego a los sacerdotes brahmanes:
A vosotros, los buscadores de la verdad, os digo que el brahmán sólo es un carnicero que siente júbilo sacrificando pollos, se mancha la frente con pasta de sándalo, baila para la dioses, ¡Qué raza más superior! ¡Qué autoridad! ¡Algunos esperan de esta gente una iniciación! ¡A mí, Kabir, me hace reír!
Graznara el turco [apelación en la época de las élites musulmanas]: ¡Alá! ¡Alá! cual cuervo.Y luego a los sacerdotes brahmanes:
A vosotros, los buscadores de la verdad, os digo que el brahmán sólo es un carnicero que siente júbilo sacrificando pollos, se mancha la frente con pasta de sándalo, baila para la dioses, ¡Qué raza más superior! ¡Qué autoridad! ¡Algunos esperan de esta gente una iniciación! ¡A mí, Kabir, me hace reír!
¿Por qué ?les pregunta a los sacerdotes del islam y a los de hinduismo, yo, Kabir, y los "buscadores de la verdad" (en hindi, sant, la raíz indoeuropea de santo) hemos de respetar los días de ayuno? ¡Los pobres comen tan poco que su vida entera es como un día de ayuno!
¿Por qué?, vuelve a preguntar hay que practicar mortificaciones rituales cuando nuestra vida es un trabajo constante y una mortificación bajo la mirada de Dios? Un Dios que Kabir llama Ram. Pero su Ram no tiene nada que ver con el dios mitológico hindú que también se llama Ram. Para Kabir, Ram es un sonido que sirve para designar a un Dios amorfo e inexpresable. Del mismo modo que, para los hindúes, Om es un sonido que sirve para expresar el Cosmos. Escuchémosle disertar con impertinencia sobre la mojigatería y las incoherencias de los unos y los otros:
Almuédano, ¿qué lección pretendes enseñarnos? Bla, bla, bla, de día y de noche, nunca has expresado la menor idea original Para ejercer poder, tú circuncidas. Yo no puedo seguirte, hermano. De estar Dios a favor de la circuncisión, ¿no nacerías ya circuncidado? Si la circuncisión te hace musulmán, ¿de qué religión son pues las mujeres? Y de ser la mujer la otra mitad del hombre, ¿en qué eres musulmán? Podrías igualmente ser hindú. Y tú, brahmán, si basta llevar cordón sagrado, ¿por qué no lleva uno tu mujer? Uno y otro os imponéis a la fuerza, pero al llegar la hora de morir, yo, Kabir, os lo digo, hermanos míos, sólo podréis llorar.
¿Por qué?, vuelve a preguntar hay que practicar mortificaciones rituales cuando nuestra vida es un trabajo constante y una mortificación bajo la mirada de Dios? Un Dios que Kabir llama Ram. Pero su Ram no tiene nada que ver con el dios mitológico hindú que también se llama Ram. Para Kabir, Ram es un sonido que sirve para designar a un Dios amorfo e inexpresable. Del mismo modo que, para los hindúes, Om es un sonido que sirve para expresar el Cosmos. Escuchémosle disertar con impertinencia sobre la mojigatería y las incoherencias de los unos y los otros:
Almuédano, ¿qué lección pretendes enseñarnos? Bla, bla, bla, de día y de noche, nunca has expresado la menor idea original Para ejercer poder, tú circuncidas. Yo no puedo seguirte, hermano. De estar Dios a favor de la circuncisión, ¿no nacerías ya circuncidado? Si la circuncisión te hace musulmán, ¿de qué religión son pues las mujeres? Y de ser la mujer la otra mitad del hombre, ¿en qué eres musulmán? Podrías igualmente ser hindú. Y tú, brahmán, si basta llevar cordón sagrado, ¿por qué no lleva uno tu mujer? Uno y otro os imponéis a la fuerza, pero al llegar la hora de morir, yo, Kabir, os lo digo, hermanos míos, sólo podréis llorar.
Ashram dedicado a Kabir en Jamnagar
Lectores de Occidente, ¿dónde encontraríamos, entre nosotros en el siglo 15, tamaña libertad de tono? En Europa sólo existe el equivalente de las fulminaciones de Lutero. Pero si Kabir puede expresarse tan crudamente es que prevalece en la India una libertad de expresión desconocida en cualquier otro sitio, ¡incluso cuando los temibles mogoles reinaban en Benarés! Constatamos una vez más que la democracia india no data de los británicos, sino que está arraigada en el espíritu contestatario del pueblo más modesto, aunque sea analfabeto. Cierto, está probado que Kabir recibió en vida algunas palizas, de las que hizo sonetos; finalmente fue expulsado de Benarés, pero no lo mataron ni le hicieron callar nunca. Los últimos veinte años de su vida, en las carreteras, siguió cantando la comunión con la divinidad, el recelo hacia las clericaturas, el rechazo de toda discriminación social. Este desplazamiento a través de la India del Norte hizo de él uno de esos bardos errantes que todavía existen hoy en día, que difunden mediante la poesía y el canto su mensaje de revuelta social o de búsqueda de Dios más allá de su religión original. Predicar, en la India, es caminar. Kabir fue un caminante; Gandhi caminaba; los social activists, en nuestros días, también caminan. Limitado a Benarés, seguramente Kabir no hubiera vivido una gloria tan extendida como la conferida por el exilio.
Siguiendo las huellas de Kabir, estamos lejos del estereotipo, difundido por los colonizadores europeos y sistematizado por la obra de Rudyard Kipling, del "Indio pasivo". Ciertamente Kabir no es el primero ni el único, pero me parece el indio más representativo en cuanto a "hombre sublevado". En Occidente, conocemos bien la India de las castas, son muchos los estudios eruditos que le han sido dedicados; ¡pero por qué no se ha dedicado a la India de la rebelión (no la de la revolución, que pertenece otro registro ideológico) la cuarta parte de lo que se ha escrito sobre las castas! No ha hecho falta esperar a que viniera Gandhi, ni que asimilara el Sermón de la montaña para que, desde lo más profundo de la India, desde las clases más pobres, surja la indignación contra la iniquidad de las castas. Mucho antes de Kabir, el Buda rechazó el castismo en el plano religioso, pero Kabir fue e primer hombre moderno, ya que apeló a lo que hoy llamamos 1a crítica social. Y su voz resuena mucho más fuerte en nuestro oído occidental que, en este caso, es indistinto del oído oriental.
Todo está hecho de piel y de huesos, de orina y de mierda. La sangre y la carne son Uno, de la misma gota surge el Universo. ¿Quién es brahmán? ¿Quién siervo?
¿Qué contemporáneo de Kabir o de nuestro tiempo expresaría con tal fuerza argumentos tan categóricos? ¿Y de dónde le vino tamaño sentido de la libertad? Me parece que no ha surgido tanto de la religión hindú como de su encuentro con el islam. El islam que, desde sus albores, fue justamente percibido por los humildes de la India como creador de libertad e igualdad. Eso es lo que sorprenderá a los occidentales, congelados en prejuicios hostiles, alimentados, es cierto, por los mismos islamistas, y para los cuales el islam es lo absolutamente opuesto a la libertad. Pero no siempre fue así, y la represión no es en absoluto el mensaje del islam. Además, Kabir era musulmán como lo son la mayoría de artesanos de Benarés, y como siguen siéndolo gran parte de los artistas indios.
En la India no les gusta mucho recordar, estando Kabir en el programa de las escuelas, que este poeta nacional era musulmán pues convendría recordar también por qué lo era. Parece que los padres de Kabir se convirtieron al islam: ¿sería porque los conquistadores turcos les obligaron a ello? Era, para los turcos, una preocupación menor. Las más de las veces, las clases bajas consideraban la conversión como una liberación, una escapada hacia una religión del libre albedrío. Lejos del hinduismo, por la gracia del islam, no había predestinación, ni en esta vida ni en la siguiente, por supuestos antecedentes; de repente estaba permitido salvarse por los propios actos. El éxito del islam en la India se debió a que liberó del rigor de las castas, de la opresión de los brahinanes, de la condenación eterna y de la servidumbre inmanente; claro está, fueron los más humildes, los intocables, los que se precipitaron en masa a salir del hinduismo. Todavía en la actualidad se oye a los hinduistas extremistas reprocharles esta conversión como una traición. Pero ¿qué traicionaban, aparte de la esclavitud? Con lo cual mejor sería preguntarse por qué desgraciado avatar pudo cambiar de sentido una franja del islam y convertirse en una ortodoxia rígida y una dictadura de clérigos. La respuesta está en Kabir: la confiscación del mensaje religioso por una burocracia clerical autoinstituida ha matado la espiritualidad y la ha metamorfoseado en política. Pero escuchemos de nuevo al poeta, siempre equitativo en sus polémicas anticlericales, interpelar a un sacerdote brahmán de su época o de la nuestra:
Dime, gran erudito, busca el conocimiento en tu interior, dime, ¿de dónde viene que algunos seres sean intocables? Mezcla la sangre con el aire: ¿acaso no obtienes el cuerpo de un niño?
Son argumentos muy simples, formulados según el método interrogativo que tanto apreciaba Kabir, probablemente muy parecidos a lo que podía decir en la misma época un predicador musulmán para llegar a los corazones simples y que no sufren de una posible contradicción. Por tanto, Kabir no rechazó ni el islam ni el hinduismo en sí mismos. No rechazó ni ridiculizó más que a la clericatura de una y otra religión. Hombre de Dios, no era sirviente de su burocracia, ni de sus aparatos.
Sin duda es porque el islam había llegado a la India que Kabir vio en la profusión de libros sagrados, y los profetas sobre todo la prueba de que sólo existía un Dios: la verdad no surgió en él de la revelación única, sino que el Unico surgió del encuentro entre las revelaciones.
Vishnú está en el Este, Alá en el Oeste, tal es tu sueño. Antes busca en tu corazón, sólo en tu corazón: allí viven Ram o Alá. ¿Qué libro esfalso, el Corán o el Veda? En realidad son uno solo. ¿Cómo lograste dividirlos?Y un poco más abajo en el mismo poema:
Soy hijo de Ram y Alá. ¡Él es mi único Guru y Santo!
Dios, en suma, es Dios, y reside en nosotros, para aquellos que buscan la verdad. Lo que en el islam se llama la tradición sufi, tal como la describimos en Nizamuddin es, entre los hindúes, la bhakti o devoción. No tienen con qué hacerse populares con las autoridades y, de hecho, sufisino y bhakti nunca han cesado de ser, en tierra islámica como en la India, las fuentes vivas de la resistencia a la autoridad.
El hecho de que cada indio haya sabido y sepa salmodiar, a largo de los siglos y hasta nuestros días, algunos versículos de Kabir me sugiere como un hilo rojo de sublevación, a flor de piel a pesar de las apariencias de tranquilidad, o que por lo menos los indios no son crédulos con las autoridades políticas o religiosas.
Otra interpretación tergiversada sería ver en Kabir a aquel que sintetizó el islam y el hinduismo; leemos a menudo, incluso en la India, que los discípulos de Kabir eran a la vez musulmanes e hindúes. Esta declaración es más política que fiel al poeta; instrumentalizar un deseo evidente de acercar a estas dos grandes comunidades religiosas de la India y Pakistán. Pero, si algunos hindúes pueden admitir este razonamiento sincrético desde el momento en que nadie sabe definir qué es en realidad el hinduismo, la misma idea de síntesis es absurda desde el punto de vista musulmán. Lo sería igualmente si se formulara la pregunta desde una perspectiva cristiana: ¡lo que está revelado en un Libro único no puede ser contestado por un libro de poemas! Es además notable que Kabir nunca se tomó por un profeta, ni por un hombre de Dios, ni siquiera por un guru. Escribir, en su caso, decir y cantar sin pretender estar inspirado, debía de exigir en Benarés, en su época como en la nuestra, un carácter muy fuerte: en esta ciudad todo empuja a pretender ser profeta. Él no se tomaba, ni quiera por poeta, sino sólo por tejedor, observando que el ritmo de su canto sólo reflejaba las cadencias de su máquina. Lo cual no puede transmitirse en ninguna traducción sino que se oye cuando Kabir es salmodiado en el hindi original.
La supuesta tumba de Kabir, se halla en Gujarat, a dos mil kilómetros al oeste de Benarés, y parece estar a cargo de una familia musulmana. En esta región donde los musulmanes siguen siendo numerosos, pretenden que los adeptos de Kabir fueron los primeros en unirse al Mahatma Gandhi en los años veinte. Una leyenda sobre Kabir, que la mayoría de los indios conoce y que simboliza su inmutable mensaje, es que cuando murió, musulmanes e hindúes se disputaron su cuerpo, particularmente aquellos que lo habían escuchado un poco en vida; los hindúes querían incinerarlo, los musulmanes inhumarlo. Kabir hubiera podido añadir algunos versos sarcásticos más a su obra a partir de esta querella. Las dos partes convinieron en cortar el cuerpo en dos; pero cuando el ejecutor levantó la sábana, el cuerpo se había transformado en un montón de flores. Los musulmanes enterraron la mitad de estas flores, los hindúes incineraron solemnemente el resto. La inanidad de los ritos y la futilidad de las disputas se hallan reunidas por completo en esta parábola; lo poco que ello se respeta en la India contemporánea es otra historia...
Kabir utilizaba a menudo inversiones en cierta manera surrealistas, sonetos al revés donde el poeta dice lo contrario de lo que hay que entender. Este estilo participaba de su método de interpelación para despertar al indio complaciente o "pasivo". Por la misma razón, muchos sonetos de Kabir se abren con una apóstrofe: "Almuédano", "Brahmán" o "Sant", que el traductor de Kabir, Shukdev Singh, propone transcribir como "buscador de la verda". Es en estos sant que se dirige Kabir muy particularmente; son sus compañeros de impertinencia y de comunión mística.
Golpeado por el Verbo se derrumbó. Otro renunció a su Reino. Aquel que entienda el Verbo se salvará.O también en:
El fuego arde en el agua, el ciego ve. La vaca se come al león, la cierva al tigre, el cuervo ataca al halcón, la perdiz derriba a un águila, los ratones se comen al gato, el perro devora al chacal. Aquel que comprende esta esencial lección se acerca a la verdad. Cinco serpientes se traga una rana. Kabir exclama: " ¡Ya no son sino una!
Con Kabir uno nunca se aburre, el espíritu está siempre alerta mientras el poeta nos sorprende por donde menos lo esperamos. Al mismo tiempo, salía de estos cantos sencillos, de estas armonías sin afectación, todo el misterio que encierra y propaga la música en la India. A menudo, a aquellos que no conocen la India y no saben cómo abordarla, les sugiero comenzar por la música. No es necesario para ello ser especialista ni melómano; basta con dejarse ir. Esta música nunca está organizada como la de Occidente; siempre es improvisación, pero dentro de un marco predeterminado por la tradición. El intérprete avanza dentro de sus estados de ánimo del momento pero los modula en función de los que escuchan; el auditor influencia la interpretación y puede prolongarla durante horas siempre y cuando la corriente pase entre el que toca o canta y el que vibra al unísono con la tabla, la flauta o la cítara. Los conciertos no son, como en Occidente, cuestiones ensayadas, escritas o reglamentadas de antemano de un modo casi militar. En la India, son improvisaciones según el color del instante donde se divaga a discreción sin seguir una línea aparente; en el torneo oratorio, como en la música, siempre se termina por llegar a alguna parte, pero nunca por el camino más corto. 0 uno queda embargado al instante por este arte lírico, como si fuera sobre una alfombra mágica, y la iniciación a la India puede proseguir con el verdadero conocimiento; o uno no se sube a la alfombra y no puede excluirse que la India le sea para siempre inaccesible. Cada cual puede librarse a este experimento muy sencillo.
Hasta este umbral, hemos caminado con los discípulos tras los pasos de Kabir, el hombre sublevado, el enemigo de los sectarismos y las clericaturas, el amigo de los humildes, el tejedor de la unidad entre las castas y los cultos. Existe asimismo una lectura más filosófica, particular a los eruditos y que los simples "discípulos" no podrían expresar, aunque interioricen su sustancia. Esta lectura a distintos niveles es común en la India, como lo es en todas las grandes tradiciones clásicas: el devoto católico que practica el culto de los santos no está necesariamente versado en teología, como el devoto de Vishnú o de Kabir no está siempre disertando sobre la metafísica hindú. Si tuviera que sintetizarla en una palabra, lo cual es absurdo pero corresponde a las exigencias del Occidente apresurado, esta filosofía de Kabir me parecería poderse resumir en la búsqueda de la Unidad: unidad entre el hombre y Dios, unidad entre el mundo terrenal y el más allá, entre la inmanencia y la trascendencia.
Entre el hombre y Dios, hemos visto que Kabir rechaza todos los intermediarios, libros, ídolos, prácticas culturales, cleros. Ello es porque le parece posible conocer a Dios desde el interior, con la ayuda de la meditación profundizada que se llama yoga. El conocimiento de Dios, del Bien y del Mal, sería inherente a cada uno, siempre y cuando se despoje de todo lo superfluo. Esto es muy hindú y no menos ambicioso. ¿Es incluso posible? Cristianos y judíos lo dudan, pero para los hindúes es sólo cuestión de práctica, bajo la dirección de un buen guru. ¿Habrán descubierto Kabir y los expertos en meditación que pueblan la India algo antes que la "nada" metafísica a la que estamos acostumbrados en Occidente? No podríamos responder desde fuera, pero parece seguro que los indios, desde tiempo inmemorial, han invertido en la búsqueda interior tanta energía como los occidentales en la búsqueda exterior. En el Oeste, se afanan por dominar el mundo, considerando que nuestra libertad última depende de ello; en "Oriente", luchan por descubrirse y controlarse por dentro, persuadidos ?hasta que la occidentalización llama a sus puertas? de que la verdadera libertad reside en el dominio de sí. La diferencia entre los dos enfoques es invisible, pues lo que produce el Oeste es cuantificable mientras que lo que a lo mejor ha logrado el Este es por naturaleza inconmensurable.
Unidad entre este mundo y el más allá, es decir, entre la vida y la muerte: del mismo modo que, para Kabir, no hay dualidad entre el hombre y su Creador, tampoco la hay entre la vida y la muerte. ¿Por qué? Kabir nos dice que morimos a cada instante y que nuestra vida se consume "como el aceite de una lámpara"; pero no prestarnos demasiada atención. Por ello nos sorprende 1a muerte: ¡por inadvertencia! Si, en cambio, siguiendo el consejo del poeta, viviéramos como muertos en potencia, la muerte nos sorprendería ni nos atemorizaría. He aquí un enfoque de 1a' muerte antielerical, pues al no creer Kabir ni en la resurrección ni en el paraíso del islam, no desea sino escapar a la reencarnación sin fin que los brahmanes hacen temer. Compara nuestra vida con el agua contenida en un jarrón de barro y que la muerte rompería esparciendo el agua en un océano más vasto que él llama el Infinito. Como una ilustración contemporánea de esta filosofía de Kabir, es habitual en Benarés desear a padres y amigos que se mueran: se les reserva este tratamiento surrealista en los días festivos. Si están lejos de su hogar en estos días propicios, el visitante cortés los nombrará en voz alta a fin de desearles esta muerte?vida...
Con atención miraba, luego desde más cerca, la Tierra alzó su vuelo hacia el Sol. Cayó un elefante en las fauces de una hormiga, las montañas volaban sin haber brisa alguna, almas y criaturas subían a los árboles, seco el lago rugían tantas olas, privados de agua, nadaban los pájaros, los sabios en cuclillas leían leyes sacras charlando sobre cosas que nunca habían visto, pero quien de Kabir comprenda este soneto será un santo hasta el fin de los tiempos.
Lectores de Occidente, ¿dónde encontraríamos, entre nosotros en el siglo 15, tamaña libertad de tono? En Europa sólo existe el equivalente de las fulminaciones de Lutero. Pero si Kabir puede expresarse tan crudamente es que prevalece en la India una libertad de expresión desconocida en cualquier otro sitio, ¡incluso cuando los temibles mogoles reinaban en Benarés! Constatamos una vez más que la democracia india no data de los británicos, sino que está arraigada en el espíritu contestatario del pueblo más modesto, aunque sea analfabeto. Cierto, está probado que Kabir recibió en vida algunas palizas, de las que hizo sonetos; finalmente fue expulsado de Benarés, pero no lo mataron ni le hicieron callar nunca. Los últimos veinte años de su vida, en las carreteras, siguió cantando la comunión con la divinidad, el recelo hacia las clericaturas, el rechazo de toda discriminación social. Este desplazamiento a través de la India del Norte hizo de él uno de esos bardos errantes que todavía existen hoy en día, que difunden mediante la poesía y el canto su mensaje de revuelta social o de búsqueda de Dios más allá de su religión original. Predicar, en la India, es caminar. Kabir fue un caminante; Gandhi caminaba; los social activists, en nuestros días, también caminan. Limitado a Benarés, seguramente Kabir no hubiera vivido una gloria tan extendida como la conferida por el exilio.
Siguiendo las huellas de Kabir, estamos lejos del estereotipo, difundido por los colonizadores europeos y sistematizado por la obra de Rudyard Kipling, del "Indio pasivo". Ciertamente Kabir no es el primero ni el único, pero me parece el indio más representativo en cuanto a "hombre sublevado". En Occidente, conocemos bien la India de las castas, son muchos los estudios eruditos que le han sido dedicados; ¡pero por qué no se ha dedicado a la India de la rebelión (no la de la revolución, que pertenece otro registro ideológico) la cuarta parte de lo que se ha escrito sobre las castas! No ha hecho falta esperar a que viniera Gandhi, ni que asimilara el Sermón de la montaña para que, desde lo más profundo de la India, desde las clases más pobres, surja la indignación contra la iniquidad de las castas. Mucho antes de Kabir, el Buda rechazó el castismo en el plano religioso, pero Kabir fue e primer hombre moderno, ya que apeló a lo que hoy llamamos 1a crítica social. Y su voz resuena mucho más fuerte en nuestro oído occidental que, en este caso, es indistinto del oído oriental.
Todo está hecho de piel y de huesos, de orina y de mierda. La sangre y la carne son Uno, de la misma gota surge el Universo. ¿Quién es brahmán? ¿Quién siervo?
¿Qué contemporáneo de Kabir o de nuestro tiempo expresaría con tal fuerza argumentos tan categóricos? ¿Y de dónde le vino tamaño sentido de la libertad? Me parece que no ha surgido tanto de la religión hindú como de su encuentro con el islam. El islam que, desde sus albores, fue justamente percibido por los humildes de la India como creador de libertad e igualdad. Eso es lo que sorprenderá a los occidentales, congelados en prejuicios hostiles, alimentados, es cierto, por los mismos islamistas, y para los cuales el islam es lo absolutamente opuesto a la libertad. Pero no siempre fue así, y la represión no es en absoluto el mensaje del islam. Además, Kabir era musulmán como lo son la mayoría de artesanos de Benarés, y como siguen siéndolo gran parte de los artistas indios.
En la India no les gusta mucho recordar, estando Kabir en el programa de las escuelas, que este poeta nacional era musulmán pues convendría recordar también por qué lo era. Parece que los padres de Kabir se convirtieron al islam: ¿sería porque los conquistadores turcos les obligaron a ello? Era, para los turcos, una preocupación menor. Las más de las veces, las clases bajas consideraban la conversión como una liberación, una escapada hacia una religión del libre albedrío. Lejos del hinduismo, por la gracia del islam, no había predestinación, ni en esta vida ni en la siguiente, por supuestos antecedentes; de repente estaba permitido salvarse por los propios actos. El éxito del islam en la India se debió a que liberó del rigor de las castas, de la opresión de los brahinanes, de la condenación eterna y de la servidumbre inmanente; claro está, fueron los más humildes, los intocables, los que se precipitaron en masa a salir del hinduismo. Todavía en la actualidad se oye a los hinduistas extremistas reprocharles esta conversión como una traición. Pero ¿qué traicionaban, aparte de la esclavitud? Con lo cual mejor sería preguntarse por qué desgraciado avatar pudo cambiar de sentido una franja del islam y convertirse en una ortodoxia rígida y una dictadura de clérigos. La respuesta está en Kabir: la confiscación del mensaje religioso por una burocracia clerical autoinstituida ha matado la espiritualidad y la ha metamorfoseado en política. Pero escuchemos de nuevo al poeta, siempre equitativo en sus polémicas anticlericales, interpelar a un sacerdote brahmán de su época o de la nuestra:
Dime, gran erudito, busca el conocimiento en tu interior, dime, ¿de dónde viene que algunos seres sean intocables? Mezcla la sangre con el aire: ¿acaso no obtienes el cuerpo de un niño?
Son argumentos muy simples, formulados según el método interrogativo que tanto apreciaba Kabir, probablemente muy parecidos a lo que podía decir en la misma época un predicador musulmán para llegar a los corazones simples y que no sufren de una posible contradicción. Por tanto, Kabir no rechazó ni el islam ni el hinduismo en sí mismos. No rechazó ni ridiculizó más que a la clericatura de una y otra religión. Hombre de Dios, no era sirviente de su burocracia, ni de sus aparatos.
Sin duda es porque el islam había llegado a la India que Kabir vio en la profusión de libros sagrados, y los profetas sobre todo la prueba de que sólo existía un Dios: la verdad no surgió en él de la revelación única, sino que el Unico surgió del encuentro entre las revelaciones.
Vishnú está en el Este, Alá en el Oeste, tal es tu sueño. Antes busca en tu corazón, sólo en tu corazón: allí viven Ram o Alá. ¿Qué libro esfalso, el Corán o el Veda? En realidad son uno solo. ¿Cómo lograste dividirlos?Y un poco más abajo en el mismo poema:
Soy hijo de Ram y Alá. ¡Él es mi único Guru y Santo!
Dios, en suma, es Dios, y reside en nosotros, para aquellos que buscan la verdad. Lo que en el islam se llama la tradición sufi, tal como la describimos en Nizamuddin es, entre los hindúes, la bhakti o devoción. No tienen con qué hacerse populares con las autoridades y, de hecho, sufisino y bhakti nunca han cesado de ser, en tierra islámica como en la India, las fuentes vivas de la resistencia a la autoridad.
El hecho de que cada indio haya sabido y sepa salmodiar, a largo de los siglos y hasta nuestros días, algunos versículos de Kabir me sugiere como un hilo rojo de sublevación, a flor de piel a pesar de las apariencias de tranquilidad, o que por lo menos los indios no son crédulos con las autoridades políticas o religiosas.
Otra interpretación tergiversada sería ver en Kabir a aquel que sintetizó el islam y el hinduismo; leemos a menudo, incluso en la India, que los discípulos de Kabir eran a la vez musulmanes e hindúes. Esta declaración es más política que fiel al poeta; instrumentalizar un deseo evidente de acercar a estas dos grandes comunidades religiosas de la India y Pakistán. Pero, si algunos hindúes pueden admitir este razonamiento sincrético desde el momento en que nadie sabe definir qué es en realidad el hinduismo, la misma idea de síntesis es absurda desde el punto de vista musulmán. Lo sería igualmente si se formulara la pregunta desde una perspectiva cristiana: ¡lo que está revelado en un Libro único no puede ser contestado por un libro de poemas! Es además notable que Kabir nunca se tomó por un profeta, ni por un hombre de Dios, ni siquiera por un guru. Escribir, en su caso, decir y cantar sin pretender estar inspirado, debía de exigir en Benarés, en su época como en la nuestra, un carácter muy fuerte: en esta ciudad todo empuja a pretender ser profeta. Él no se tomaba, ni quiera por poeta, sino sólo por tejedor, observando que el ritmo de su canto sólo reflejaba las cadencias de su máquina. Lo cual no puede transmitirse en ninguna traducción sino que se oye cuando Kabir es salmodiado en el hindi original.
La supuesta tumba de Kabir, se halla en Gujarat, a dos mil kilómetros al oeste de Benarés, y parece estar a cargo de una familia musulmana. En esta región donde los musulmanes siguen siendo numerosos, pretenden que los adeptos de Kabir fueron los primeros en unirse al Mahatma Gandhi en los años veinte. Una leyenda sobre Kabir, que la mayoría de los indios conoce y que simboliza su inmutable mensaje, es que cuando murió, musulmanes e hindúes se disputaron su cuerpo, particularmente aquellos que lo habían escuchado un poco en vida; los hindúes querían incinerarlo, los musulmanes inhumarlo. Kabir hubiera podido añadir algunos versos sarcásticos más a su obra a partir de esta querella. Las dos partes convinieron en cortar el cuerpo en dos; pero cuando el ejecutor levantó la sábana, el cuerpo se había transformado en un montón de flores. Los musulmanes enterraron la mitad de estas flores, los hindúes incineraron solemnemente el resto. La inanidad de los ritos y la futilidad de las disputas se hallan reunidas por completo en esta parábola; lo poco que ello se respeta en la India contemporánea es otra historia...
Kabir utilizaba a menudo inversiones en cierta manera surrealistas, sonetos al revés donde el poeta dice lo contrario de lo que hay que entender. Este estilo participaba de su método de interpelación para despertar al indio complaciente o "pasivo". Por la misma razón, muchos sonetos de Kabir se abren con una apóstrofe: "Almuédano", "Brahmán" o "Sant", que el traductor de Kabir, Shukdev Singh, propone transcribir como "buscador de la verda". Es en estos sant que se dirige Kabir muy particularmente; son sus compañeros de impertinencia y de comunión mística.
Golpeado por el Verbo se derrumbó. Otro renunció a su Reino. Aquel que entienda el Verbo se salvará.O también en:
El fuego arde en el agua, el ciego ve. La vaca se come al león, la cierva al tigre, el cuervo ataca al halcón, la perdiz derriba a un águila, los ratones se comen al gato, el perro devora al chacal. Aquel que comprende esta esencial lección se acerca a la verdad. Cinco serpientes se traga una rana. Kabir exclama: " ¡Ya no son sino una!
Con Kabir uno nunca se aburre, el espíritu está siempre alerta mientras el poeta nos sorprende por donde menos lo esperamos. Al mismo tiempo, salía de estos cantos sencillos, de estas armonías sin afectación, todo el misterio que encierra y propaga la música en la India. A menudo, a aquellos que no conocen la India y no saben cómo abordarla, les sugiero comenzar por la música. No es necesario para ello ser especialista ni melómano; basta con dejarse ir. Esta música nunca está organizada como la de Occidente; siempre es improvisación, pero dentro de un marco predeterminado por la tradición. El intérprete avanza dentro de sus estados de ánimo del momento pero los modula en función de los que escuchan; el auditor influencia la interpretación y puede prolongarla durante horas siempre y cuando la corriente pase entre el que toca o canta y el que vibra al unísono con la tabla, la flauta o la cítara. Los conciertos no son, como en Occidente, cuestiones ensayadas, escritas o reglamentadas de antemano de un modo casi militar. En la India, son improvisaciones según el color del instante donde se divaga a discreción sin seguir una línea aparente; en el torneo oratorio, como en la música, siempre se termina por llegar a alguna parte, pero nunca por el camino más corto. 0 uno queda embargado al instante por este arte lírico, como si fuera sobre una alfombra mágica, y la iniciación a la India puede proseguir con el verdadero conocimiento; o uno no se sube a la alfombra y no puede excluirse que la India le sea para siempre inaccesible. Cada cual puede librarse a este experimento muy sencillo.
Hasta este umbral, hemos caminado con los discípulos tras los pasos de Kabir, el hombre sublevado, el enemigo de los sectarismos y las clericaturas, el amigo de los humildes, el tejedor de la unidad entre las castas y los cultos. Existe asimismo una lectura más filosófica, particular a los eruditos y que los simples "discípulos" no podrían expresar, aunque interioricen su sustancia. Esta lectura a distintos niveles es común en la India, como lo es en todas las grandes tradiciones clásicas: el devoto católico que practica el culto de los santos no está necesariamente versado en teología, como el devoto de Vishnú o de Kabir no está siempre disertando sobre la metafísica hindú. Si tuviera que sintetizarla en una palabra, lo cual es absurdo pero corresponde a las exigencias del Occidente apresurado, esta filosofía de Kabir me parecería poderse resumir en la búsqueda de la Unidad: unidad entre el hombre y Dios, unidad entre el mundo terrenal y el más allá, entre la inmanencia y la trascendencia.
Entre el hombre y Dios, hemos visto que Kabir rechaza todos los intermediarios, libros, ídolos, prácticas culturales, cleros. Ello es porque le parece posible conocer a Dios desde el interior, con la ayuda de la meditación profundizada que se llama yoga. El conocimiento de Dios, del Bien y del Mal, sería inherente a cada uno, siempre y cuando se despoje de todo lo superfluo. Esto es muy hindú y no menos ambicioso. ¿Es incluso posible? Cristianos y judíos lo dudan, pero para los hindúes es sólo cuestión de práctica, bajo la dirección de un buen guru. ¿Habrán descubierto Kabir y los expertos en meditación que pueblan la India algo antes que la "nada" metafísica a la que estamos acostumbrados en Occidente? No podríamos responder desde fuera, pero parece seguro que los indios, desde tiempo inmemorial, han invertido en la búsqueda interior tanta energía como los occidentales en la búsqueda exterior. En el Oeste, se afanan por dominar el mundo, considerando que nuestra libertad última depende de ello; en "Oriente", luchan por descubrirse y controlarse por dentro, persuadidos ?hasta que la occidentalización llama a sus puertas? de que la verdadera libertad reside en el dominio de sí. La diferencia entre los dos enfoques es invisible, pues lo que produce el Oeste es cuantificable mientras que lo que a lo mejor ha logrado el Este es por naturaleza inconmensurable.
Unidad entre este mundo y el más allá, es decir, entre la vida y la muerte: del mismo modo que, para Kabir, no hay dualidad entre el hombre y su Creador, tampoco la hay entre la vida y la muerte. ¿Por qué? Kabir nos dice que morimos a cada instante y que nuestra vida se consume "como el aceite de una lámpara"; pero no prestarnos demasiada atención. Por ello nos sorprende 1a muerte: ¡por inadvertencia! Si, en cambio, siguiendo el consejo del poeta, viviéramos como muertos en potencia, la muerte nos sorprendería ni nos atemorizaría. He aquí un enfoque de 1a' muerte antielerical, pues al no creer Kabir ni en la resurrección ni en el paraíso del islam, no desea sino escapar a la reencarnación sin fin que los brahmanes hacen temer. Compara nuestra vida con el agua contenida en un jarrón de barro y que la muerte rompería esparciendo el agua en un océano más vasto que él llama el Infinito. Como una ilustración contemporánea de esta filosofía de Kabir, es habitual en Benarés desear a padres y amigos que se mueran: se les reserva este tratamiento surrealista en los días festivos. Si están lejos de su hogar en estos días propicios, el visitante cortés los nombrará en voz alta a fin de desearles esta muerte?vida...
Con atención miraba, luego desde más cerca, la Tierra alzó su vuelo hacia el Sol. Cayó un elefante en las fauces de una hormiga, las montañas volaban sin haber brisa alguna, almas y criaturas subían a los árboles, seco el lago rugían tantas olas, privados de agua, nadaban los pájaros, los sabios en cuclillas leían leyes sacras charlando sobre cosas que nunca habían visto, pero quien de Kabir comprenda este soneto será un santo hasta el fin de los tiempos.