sábado, 3 de julio de 2010

HACIENDO HISTORIA: PUNJAB 1984


EL CONFLICTO EN

EL PUNJAB 1984



HARJOT S. OBEROI

The Australian National University



Nota introductoria
Este comentario fue escrito y enviado desde India quince días antes de que la reciente agitación política en el Punjab encontrara un trágico y violento desenlace.
En la primera semana de junio unidades del ejército indio atacaron y devastaron el Golden Temple. El saldo de la confrontación, según fuentes oficiales, fue de 700 a 1 000 muertos, incluido Sant Jarnail Bhindranwale. Extrafomalmente se considera que entre 8 000 a 10 000 personas han muerto en Punjab a raíz del conflicto.
La demora en buscar una solución dialogada para el problema, condujo a una acción represiva y de extrema violencia por parte del gobierno central, siguiendo la decisión tomada por Indira Gandhi. Ha habido una intensa reacción de protesta entre los sikhs en distintas partes de la India y en el exterior. En India han muerto manifestantes en encuentros con las fuerzas del gobierno y se amotinaron unidades del ejército. La reacción general en la comunidad sikh ha sido la de un profundo sentimiento de agravio por haberse violado el recinto sagrado del Templo. Punjab es ahora territorio ocupado por el ejército.
Críticos de Indira Gandhi consideran su demora en encontrar soluciones negociadas y su trato final drástico al conflicto del Punjab como una excusa para justificar la puesta en práctica de un nuevo estado de emergencia, y para imponer un sistema presidencial que se manejaría a su favor. La contención por la fuerza de la agitación sikh y las reacciones populares subsecuentes hacen pensar que el conflicto está lejos de haberse solucionado. Como indica el autor del artículo que sigue, 1 'cualquier lectura equivocada de la situación puede resultar fatal a largo plazo ya que la gente no se presta fácilmente a la manipulación''. Las acciones de las últimas dos semanas no apuntan, obviamente, a la resolución de los problemas sociales y económicos de base que afectan a la sociedad india. Las agitaciones actuales en Punjab, Makarashtra y en el sur de la India se muestran como signos de descontento con la situación presente y con la autoridad centralista, signos que merecen ser tomados muy en cuenta en el panorama

indio en este momento. Asimismo, hay que considerar también las formas posibles en que los sectores en el poder, e lndira Gandhi en particular, están capitalizando la situación actual de desorden y descontento con finalidades prácticas en términos de su propio futuro político. Mientras los pronunciamientos sobre los problemas en el Punjab se tornan más virulentos, al mismo tiempo se olvidan gradualmente dos factores fundamentales que podrían ayudar a entender la naturaleza peculiar de los acontecimientos en ese estado fronterizo de la India. Primero, debemos recordar que quien surgiera como el formidable Sant Jarnail Singh Bhin-dranwale fue, hasta hace unos pocos años, un predicador menor en el distrito de Amritsar. Los treinta y dos candidatos que apoyaba el Sant perdieron las elecciones de 1979 del SGPC (la institución religiosa suprema de los sikhs). Segundo, es importante subrayar que en mayo de 1982, cuando el Partido Akali lanzó su neharroko morcha, agitación basada exclusivamente en la cuestión económica de los recursos de agua, el bloqueo del canal Satluj-Yamuna apenas conmovió al normalmente simpatizante campesinado rico sikh, eje del Partido. ¿Qué puede explicar el dramático desarrollo de su posición en los últimos dos años?
Una figura religiosa marginal se transformó rápidamente en una fuerza política autónoma en uno de los estados más innovadores del país. Entre sus seguidores se han contado oficiales retirados del ejército, empleados burocráticos, profesionales urbanos y un número creciente de individuos del sector popular sikh. Al mismo tiempo, un partido político regional logró empujar al Partido del Congreso en el poder a remover al ministerio del Congreso en el estado y a imponer en él el gobierno presidencial.
La dinámica política
Es difícil imaginar que el pliego de demandas Akali, citado con frecuencia, y en especial como se expresa en la resolución Anandpur Sahib, pueda explicar en su totalidad la dinámica política peculiar del estado, o al menos, de los sikhs, si se tiene en cuenta que éstos constituyen 60 % de la población del Punjab, del cual 67 % vive en zonas rurales. Tal explicación resulta demasiado fácil si se considera la respuesta que recibió la nehar roko morcha y que la resolución Anandpur Sahib data de 1973.
Cualquier explicación socioeconómica del reciente éxito de la agitación Akali y del ascenso de Sant Bhindranwale proporciona sólo una verdad a medias. Para tener un cuadro completo se debe tener en cuenta la evolución de la religión sikh y sus principios fundamentales. Ambos aspectos pueden mostrar la clave del éxito popular de la política Akali. De manera significativa, el alto comando Akali cambió su estrategia predominantemente secular-política por la de dharm-yudh.
Desde el momento de sus orígenes en el siglo XVI, el sikhismo ha buscado establecer una sociedad igualitaria en la que todos los hombres y mujeres fueran iguales y compartieran colectivamente los recursos. Esta religión resultó considerablemente atractiva en una sociedad cuya ideología organizacional daba evidente reconocimiento a los principios jerárquicos, expresados en el sistema de castas.
En un periodo de aproximadamente tres siglos, el movimiento sikh lanzó una ofensiva contra la teoría y la práctica de la desigualdad. Estableció la institución de la congregación {Sangat) y del consumo comunitario (Zangar) con el fin de combatir todas las diferencias sociales, y moldeó una comunidad denominada Sikh Panth. Más aún, los practicantes de la fe tuvieron igual acceso a las escrituras sagradas y no hubo un sacerdocio institucional que actuara como único custodio del libro sagrado de los sikhs.
Paradójicamente, a nivel mundano, hacia fines del siglo XVIII la recompensa para el nuevo Panth fue el Estado de Lahore, bajo el Maharaja Ranjit Singh. Una vez que el movimiento sikh alcanzó el poder político, la doctrina de igualdad comenzó a diluirse gradualmente para acomodar un orden creciente de privilegios que permitió a una pequeña élite sikh extraer la riqueza de la zona, importante en comercio a larga distancia y abundante en tierras fértiles.
Las compulsiones sociales en la estructuración del estado provocaron el desarrollo del sistema de castas dentro del sikhismo.
Ranjit Singh, al morir, dejó dos símbolos enormemente contradictorios: el embellecido Darbar Sahib en Amritsar, y una aristocracia sikh bien establecida. El primero simbolizó siempre lo que el sikhismo aspiraba a ser; el segundo mostraba aquello en lo que el sikhismo se había transformado. Aún durante su reinado, Ranjit Singh, el poderoso Maharaja, fue criticado a menudo por los Nihang Sikhs, a causa de las crecientes diferencias sociales que habían ido surgiendo dentro del Sikh Panth. En la historia posterior de la comunidad sikh emergieron varios movimientos: los Kukas, los Ghadrites, los Babbar Akalis. Estos movimientos buscaron recuperar el mensaje original del sikhismo y establecer una sociedad libre de diferencias sociales.
El sikhismo contiene una profunda corriente antiestructural que aspira constantemente a transformar de manera radical el mundo existente y a establecer una sociedad sin clases. Toda vez que este elemento antiestructural ha sido promovido hábilmente, ha mostrado tener una fuerza inmensa en la movilización de los seguidores de la fe. Al ser una religión orgánica, el sikhismo no separa los ámbitos religioso y político. Por lo tanto, teóricamente, el Sikh Panth estaría guiado divinamente en todos los campos. Esta dirección divina deriva de las escrituras sikhs, las cuales se perciben como normativas en todo momento y lugar.
La política Akali contemporánea no puede entenderse sin comprender la tradición sikh, especialmente su intención igualitaria. La imagen popular del Punjab como el granero de la India no nos dice nada de los costos sociales crecientes de la Revolución Verde. Entre 1961 y 1971, la relación entre los trabajadores sin tierra y la fuerza de trabajo aumentó de 17.3% a 32.1%, tendencia que ha continuado desde entonces. Un estudio económico reciente señala que un 24% de los pequeños agricultores y un 31% de los agricultores marginales vive por debajo de la línea de la pobreza en esta tan publicitada tierra pródiga. Todavía más relevador es el hecho que un 20% de la población posee el 60% de las tierras.
El ethos dominante
La corriente creciente de desigualdades no combina fácilmente con el espíritu dominante de la religión sikh que ordena una moral económica justa, basada en una distribución igualitaria de la riqueza y de los recursos.
El reciente surgimiento de grupos como la Babbar Khalsa es sintomático de aspiraciones de igualdad. Estos grupos han tomado el nombre de grupos insurreccionales del pasado que también defendieron la igualdad social y buscaban establecer una sociedad sin clases. Sant Jarnail Singh Bhindranwale se convirtió en el símbolo sin rival de la doctrina antiestructural sikh. Su llamado a la pureza religiosa no fue un mensaje inmediato basado en principios religiosos arcaicos o primitivos. Por el contrario, para él y sus seguidores, la insistencia en la práctica correcta de la religión muestra el triunfo del más alto ideal sikh, una hermandad pura de hombres y mujeres sin distinción de casta o clase.
Las motivaciones religiosas y el lenguaje de los predicadores, a menudo rico en simbolismos y metáforas, requiere de un léxico interpretativo especial. La naturaleza de las acciones religiosas permanece normalmente inaccesible para los observadores externos que han sido entrenados para analizar las corrientes políticas en términos de cálculos racionales y posibles ventajas. Esta perspectiva utilitaria les imposibilita para descifrar la fuerza ordenadora de un lenguaje religioso.
La facilidad con la cual los Akalis lograron encontrar seguidores en sus agitaciones ha sido siempre un enigma para los politólogos, y causa de envidia para otros partidos políticos. En 1982 y por cuatro meses, los Akalis lograron enviar 25 000 voluntarios a prisión, saturando de tal manera el sistema penitenciario del estado que no hubo lugar para más arrestos. Sant Harchand Singh Longowal sostiene que en los últimos siete meses, 1.5 lakh de voluntarios han sido arrestados.
Voluntarios comprometidos
Así, los Akalis han capitalizado algunas de las peticiones fundamentales de los sikhs para movilizar una oposición comprometida. No han logrado esto por medio de la manipulación de eslogans religiosos ni de sanciones ajenas a la vida social y a la conciencia campesinas, sino invocando ciertos principios ideales sikhs con los cuales está comprometida una mayoría del campesinado sikh, y proveyendo a estos principios de un cuerpo social visible.
Muchos sikhs reconocen que son campesinos con poca educación, no familiarizados con la teología sikh, y que se encuentran aislados de las fuentes de religiosidad. Son conscientes de sus limitaciones como sikhs, tanto en conocimientos como en la observancia formal. Sin embargo, al renunciar ocasionalmente, durante las morchas Akalis, a sus intereses estrechos y a sus metas a cono plazo, los seguidores Akali procedentes del campesinado sienten que se acercan de algún modo a los estándares ideales de la conducta sikh que de ordinario están lejos de alcanzar. Durante las morchas, los sikhs laicos encuentran formas de purificarse de toda la impureza acumulada en el curso de la vida diaria. Por un breve periodo pueden desarrollar sus potencialidades religiosas, frustradas hasta ese momento, tal como fueron enunciadas por los gurús sikhs. En tanto que apaientes receptáculos de altos intereses, los Akalis, y luego Sant Bhin-dranwale, representan la causa misma del sikhismo. El campesinado sikh apoya esta causa con sinceridad y aparente desprendimiento y así proporciona los voluntarios dispuestos para el dharm-yudh Akali.
Es un grave error juzgar la agitación Akali actual en Punjab sólo como un ejercicio de oportunismo político, manipulación de masas o comunalismo insano. Mientras que puede llegar a ser censurada por todo esto, no debemos olvidar que hay miles de individuos en la agitación actual que están tratando de decir algo importante, algo que toca profundamente su vida cotidiana. Están tratando de sugerir en qué tipo de sociedad quisieran vivir. Sería una enorme tragedia si escucháramos sólo la retórica del liderazgo Akali y en el proceso perdiéramos de vista algunos de los problemas centrales que afectan a la gente común del Punjab. Cualquier lectura errónea de la situación puede ser fatal a largo plazo, ya que la gente no se presta fácilmente a la manipulación. Esto sólo ocurre si hay razones justificables; además, una vez que la gente se moviliza resulta difícil de desmovilizar, especialmente cuando la causa de la agitación queda legitimada por la propia tradición del pueblo, rica en precedentes históricos de apoyo a una moral económica de la religión.
El pueblo del Punjab se enfrenta a problemas socio-estructurales que requieren de decisiones políticas apropiadas para que sean resueltos o al menos minimizados. La tarea principal en este momento del desarrollo es superar las desigualdades dentro del marco de las políticas económicas y sociales. El fundamentalismo sikh, como fusión de lo sagrado y lo político, proporciona en su aspecto positivo la habilidad de expresar el descontento con los cambios sociales actuales. En su aspecto negativo, el sikhismo no ofrece ninguna perspectiva futura estructural concreta y, por lo tanto, no puede por sí mismo contribuir a la solución de urgentes problemas sociales y económicos.